domingo, 19 de diciembre de 2010

Capitulo 1

ADVERTENCIA:


Este relato contiene una mención directa a relaciones entre hombres y relaciones sexuales además de escenas violentas no recomendadas para menores de 18 años. Así que si no te gusta nadie te obliga a leer ya que puede resultar ofensivo o incómodo o no adecuado para el lector.


Estimadamente Huntress

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Capitulo 1

Hoy tenía un nuevo paciente, trabajar como psicólogo podía ser realmente interesante a veces, me gustaba mi trabajo, y una nueva persona la que poder ayudar era algo que siempre me ilusionaba. Ciertamente no había recibido ningún dato cuando pidió una cita de una hora y cuarenta y dos minutos exactos. Claro que cuando cogí el teléfono y lo anoté no estaba en todos mis sentidos ya que llamó extremadamente tarde.
Debo admitir que a pesar de mi ilusión no tenía un buen presentimiento sobre aquello.

Aquel hombre entró sin llamar a mi sala de consultas, si es cierto que no había nadie y que era su turno, pero seguía siendo demasiado descortés.
Como con todos, me quedé observándole fijamente. Llevaba el pelo largo, de un negro intenso y los mechones caían casi forzadamente sobre los laterales de su rostro y espalda, parecía alisado a la fuerza con excesiva cantidad de gomina. Del pelo pasé a mirar su ropa. Un simple traje gris con finas rayas negras verticales, de una tela fina que se pegaba elegantemente a su cuerpo y sutilmente dejaba entrever la forma de los músculos, aunque no demasiado. No llevaba corbata, bueno ni podría haberla llevado ya que los tres primeros botones de su camisa estaban desabrochados y dejaban ver el fino bello negro que cubría esa zona y que hacía un contraste extraño con la camisa blanca y su piel que era tan fina que dejaba ver las azuladas y gruesas venas que se remarcaban en su cuello y sus largas y finas manos. Era ese tipo de hombres que sin tener ningún tipo de belleza o atractivo siempre llamaban la atención. Con los años había aprendido a fijarme en muchos detalles de la ropa y el cuerpo, casi hasta podía parecer una especie de fetichismo pues me encantaba.

Me levanté y le tendí la mano mientras me presentaba con la sonrisa amable que siempre usaba. Ya casi era una costumbre.

Me dejó algo confuso el hecho de que pasara a mi lado sin decir ni media palabra y se sentara en mi sillón de cuero negro mirando la sala altaneramente. Giré sobre mis talones y nuestras miradas se cruzaron. Eran unos ojos intensos de un verde pardo oscuro. Al mismo tiempo eran fríos, tanto que pude sentir como mis sentidos se congelaban por un momento. Ni siquiera me di cuenta de que había comenzado a temblar. Su mirada impactaba, tanto como para que sintiera un ilógico miedo.

—Este lugar es asqueroso. Tsk...

Su ronca voz me hizo volver a la realidad. Desvié la mirada y miré a mis temblorosas manos. Pronto el humo del tabaco llenó la habitación. Aquel tipo se había puesto a fumar pasando por alto la enorme advertencia de la puerta en la que se indicaba con claridad que estaba tajantemente prohibido.
Aquello me hizo cabrear, había muchas cosas que detestaba, pero por encima de todo odiaba el olor del tabaco. Respiré hondo y puse mi mejor cara antes de hablar.

—Buenos días, no está permitido fumar aquí —no tuve más remedio que abrir la ventana mientras decía aquello. Aquel olor detestable estaba calando hondo en mi sentido del olfato y casi produciéndome nauseas.

—¿Enserio? —aquel tipo dijo aquello con despreocupacion, como si no fuera con él—. Entonces vayamos a otro lugar. Me pongo de muy mal humor si no fumo.

—...

Me contuve de decirle nada, entre otras cosas porque me vi arrastrado cuando me jaló de la solapa de la chaqueta y me sacó de allí. No iba en broma cuando había dicho que fuéramos a otro lugar y no parecía importarle recibir un sí, un no o la indiferencia como respuesta.
Terminé sentado en un incómodo banco de madera, sintiendo el penetrante y primerizo frío del invierno en mis huesos y esperando al menos una presentación de aquel hombre que no parecía que fuera a tener lugar.

Miré al cielo, eran apenas las siete y media y ya estaba anocheciendo, ademas de que la niebla estaba bajando y comenzaba a verse todo blanco. Durante la primera hora de aquel encuentro lo único que oí fueron las continuas caladas que daba ese hombre y el encendedor de su mechero cuando se encendía un cigarro al terminar otro.

—¿No va a hacer su trabajo?

—¿Disculpe?

—He dicho que si no va a hacer su trabajo. Esta hora con cuarenta y dos minutos va a costarme dinero, y usted está mirando a las musarañas con la mirada totalmente desencajada.

—Usted no parece seguir ningún tipo de lógica —Soné demasiado agrió. Tenía frío y no sabía si estaba despierto o soñando. No era la primera vez que soñaba con personas extrañas.

El hombre me miró ladeando la cabeza antes de empezar a reírse. Bueno quien dice reírse , dice toser. Porque parecía que en cualquier momento fuera a ahogarse, era normal que su voz sonara tan ronca.

—Vayamos a tomar un café.

Sus palabras fueron más bien como una orden, y no tuve más remedio que seguirlo, a fin de cuentas si había dicho que aquella hora con cuarenta y dos minutos le estaba costando dinero, directamente daba a entender que iba a pagarme. No me fiaba para nada de él, pero tampoco tenía nada más que hacer ya que era tiempo de consulta y mi secretaria atendería todas la posibles llamadas. Estaba claro que aquel tipo había entrado en el primer bar que había visto y sin ni siquiera consultarme había pedido un par de Whiskys y cafés. Incluso me indicó donde sentarme.

En otra situación aquel bar me hubiera parecido agradable y su ambiente hubiera sido cómodo para mí pero no era el caso.

—¿Puedo preguntarle por qué ha pedido una cita conmigo?

—Una vez me dijeron que todos debíamos asistir al menos una vez al psicólogo y hablar de nuestras cosas. Tenía tiempo y curiosidad por saber si es verdad, pero usted es sumamente aburrido. ¿Acaso le molesta lo que he dicho? Se le está hinchado una de las venas del cuello y de la frente y con esa manera de fruncir el ceño van a quedarle unas arrugas totalmente anti estéticas. Además lleva la ropa totalmente arrugada, culpa miá claro está, pero debes ser alguien descuidado cuando delante de un paciente, como soy yo, no se ha molestado en ni siquiera colocar. Ademas si quiere un consejo mirar a alguien de arriba abajo de forma tan descarada nada más conocerle resulta descortés y desagradable. Y puesto a criticar que estoy sigo sin ver que haga su trabajo. Por favor beba, no es educado no dar al menos un trago después de que le esté invitando. Y deje de mirarme como si quisiera matarme porque le aseguro que yo podría querer lo mismo y haría la situación extremadamente tensa.

Estuve por reírme, pero opté por tomar un trago de whisky y dejar que el alcohol quemara mi garganta mientras trataba de relajarme. No me iba a permitir perder los nervios con aquel hombre. No había pedido cita porque necesitara realmente un psicólogo, solo estaba buscando pasar el rato...Me estaba haciendo perder el tiempo, así que opté por algo sencillo.

—Si solo tiene curiosidad hábleme de sus cosas, creo que se me da bastante bien escuchar.

—Tsk...presumido y altamente aburrido, no me extraña que no lleve ningún anillo de compromiso en su mano izquierda. ¿Y de qué se supone que debo hablar? ¿Debo confesar algo?

—¿Tengo cara de cura?

“Cuenta hasta tres...no pierdas los nervios...solo queda una hora...solo una hora y este tipo te pagará y con suerte no volverás a verle nunca”

—Pues hombre de cura no se, pero de mojigato...—dijo mientras se sacaba una navaja del bolsillo y comenzaba a hurgarse los dientes.

Le observé algo perplejo ¿Qué clase de idiota hacía eso en pleno siglo XXI?. No tenía caso que le buscara lógica. Un suspiró escapó de mis labios y comencé a retoce el cordón negro que llevaba a forma de pulsera en mi muñeca derecha.

—Oye que queda menos de una hora y sigues sin hacer tu trabajo —se quejó como si fuera un niño de cinco años.

Para berrinche de él yo me había queda sumergido profundamente en mis recuerdos y ni siquiera llegué a escucharle. Ni siquiera me percaté de como se me quedó mirando aquel hombre. Sin darme cuenta, al menos no en ese momento, el había leído bastantes cosas en mí.

Se levantó de aquel banco y me dejó el dinero al lado antes de alejarse de mí y desaparecer entre la niebla. Fue un alivió, aunque en realidad no me entere de cuando se fue y en comparación con eso el resto de día me pareció bastante aburrido. Ya solo me quedaba regresar a casa y descansar. Tenía ganas de entrar por la puerta y que mi querida mascota se restregara contra mis piernas mientras maullaba pidiendo la cena, era el único saludo de bienvenida que tenía y en verdad el único que necesitaba.

Después de eso me metí en la ducha y en cuanto el agua caliente empapó mi cuerpo me desmorone resbalando por la azulejada pared hasta quedar sentado y mirando aquel cordón negro mientras las lagrimas llenaban mis ojos. Aquel simple cordón me hacía sentir y recordar tantas cosas.


* * *

Tras aquella ducha terminé por decidirme y salir a beber. recordar algo así me había deprimido profundamente y solo quería evadirme de todo. No era un gran bebedor y ciertamente me repugnaba el amargo sabor de la bebida, pero no la rechazaba nunca si estaba deprimido o simplemente de mal humor. el momento que el ardiente alcohol atravesaba mis entrañas comenzaba a crear una falsa sensación de bienestar.

Como psicólogo y sin necesidad de serlo para que engañarme, sabía que así tenía un alto porcentaje de terminar como un alcohólico en algún momento de mi vida. Pero no era eso en lo que pensaba en aquel momento. Entré en el primer bar que encontré y ahogue mis llantos mientras apuraba vaso tras vaso sin ningún problema. Whisky, ron, ginebra...ni se la cantidad de cosas que mezcle creando una bomba de relojería en mi interior. A pesar de todo cuando me echaron de aquel bar totalmente ebrio yo sentía que aún no era suficiente. Quería algo que destrozara aún más mi interior.

Como caído del cielo en el momento en el que entré en un vació y oscuro callejón que por desgracia conocía a la perfección mis lúgubres pensamientos acerca de dañarme fueron cumplidos. Secamente mi espalda golpeó contra la sucia pared de ladrillos y sentí como alguien aprisionaba mis manos con fuerza mientras pegaba su cuerpo contra mi. Abrí los ojos que había cerrado por el dolor del golpe. Estaba tan oscuro que solo atiné a ver poco más que la silueta. Ni siquiera me asusté...dolor...eso era lo que quería para olvidar aquello. Que el dolor físico me embargara y que sustituyera todo en mi cabeza.

Suspiré y miré hacia otro lado confundiendo a aquel delincuente. Estaba claro que buscara que gritara y suplicara porque me dejara ir. Eso o que comenzara a forcejear para escapar.

—Oye...si vas a violarme...o ha hacerme lo que sea...vamos a mi casa...no tengo ganas de estar más en este callejón...Hace frío y para ambos será mas cómoda mi cama...

—...

El violador examinó aquella situación entre confuso y divertido y asintió soltándome, aunque en el momento en que lo hizo caí al suelo y comencé a vomitar. Estaba demasiado borracho y aquel golpe brusco había sido lo que me falta para echar hasta la primera papilla.

Cuando minutos después terminé me agarré a la pierna del que al parecer iba a violarme o matarme aquella noche ("¿Qué más daba?"). Me incorporé y situé para comenzar a andar de un lado a otro mientras le guiaba a mi casa. Curiosamente aquel hombre no dijo ni una sola palabra en todo el camino y cuando le di las llaves para que abriera la puerta lo hizo escrupulosamente acertando con cual era a la primera. Aquello fue irónico yo no veía doble...si no triple. Me hubiera sido imposible incluso coger la llave a la primera ya que seguramente al principio intentaría coger el aire.

En cuanto entramos en casa me cogió en brazos bruscamente y me llevó a la cama cerrando la puerta de un portazo tras él. Aquello solo hizo que me mareara más y todo girara más deprisa a mi alrededor.

Suspiré y me abrí directamente de piernas. Ni siquiera sabía si estaba vestido o no. Pero si, obviamente lo estaba.

—Joder...¿tienes que ser tan poco erótico? —se quejó.

Esa voz...me resultaba familiar, pero no supe de qué hasta que vi que se quitó el pasamontañas.

—Tú...

—Sí, y me has dado permiso para violarte. Lo tengo aquí grabado —dijo sacándose una pequeña grabadora del bolsillo que efectivamente cuando rebobinó y dio al play reprodujo mi voz.

De el otro bolsillo aquel hombre, que no era más que el odioso paciente que había atendido aquella misma tarde, sacó una enorme navaja de la cual lamió despacio el filo, cortándose al tiempo que ponía cara de satisfacción.

Claro que yo no reaccione de ninguna manera cuando rasgó a partes iguales mi piel y mi camisa dejándome el torso totalmente descubierto e impregnado de sangre.

Su repugnante lengua pasó segundos después por el largo corte limpiando la sangre y haciendo un sonido exagerado de placer. Pude notar enseguida la erección que se había formado el los ajustados pantalones que llevaba.
Sonreí irónicamente. Aquello estaba bien, era lo que quería. Pero al parecer no lo que quería él.

—Tsk...la mayoría ya tiemblan como maracas y se orinan encima cuando les hago eso ¿Qué clase de persona sosa y aburrida eres?

—¿Vas a violarme o a psicoanalizarme ? Gilipollas...

Comenzó a reírse escandalosamente y se levantó de la cama alejándose de mi y dejándome alli solo. Oí vagamente como estaba abriendo y cerrando armarios y cajones y removiendo mis cosas, aunque no me importó demasiado.
Volvió para mi desgracia con la una de mis cuerdas de tender que me había costado horrores tensar. Mi consolador, preservativos ...y ¿lubricante?...más vale que no usara eso...a parte de caducado por la de años que hacía que no se utilizaba, eso evitaria que yo sintiera todo el dolor que quería sentir hasta desmayarme.

Dejó todo sobre la cama escrupulosamente colocado y se quitó la chaqueta de su traje gris dejándola también colocada en la silla que tenía al lado del armario (Y que realmente era mi armario la mayor parte del tiempo)

—Por estos objetos que me he encontrado...o tenías a tu pareja viviendo contigo...o eres gay pasivo y hace mucho que nadie a venido aquí a darte por culo. Y creó que más bien va a ser lo segundo.

Solté un bufido con exasperación. Antes de sentir como el muy cabrón se dedicaba a cortarme los pantalones y ropa interior con aquella navaja. Cortándome después levemente la zona interior del muslo y dejando mi entrada al descubierto. Lugar que acarició con el filo de la navaja sin llegar a cortarme. y de la cual introdujo la parte de madera y acero. El muy imbécil se estaba cortando la mano mientras me introducía aquel mango hasta el final, dejando el filo fuera.

—Si te mueves te cortarás y no va a ser nada agradable —dijo con una lujuriosa sonrisa.

Se lamió la sangre de la mano y uso la tela rota de mi pantalón para parar la hemorragia y después dejarme solo de nuevo en la habitación. Desde luego se estaba tomando todo con mucha calma.

Cerré los ojos, tener aquella cosa dentro de mi era desagradable. Erá fría y áspera. Dolía...al menos dolía. Suspiré ¿Olía a café?

"Lo mataré...si después de esta noche vuelvo a verlo lo mataré....lo juro"

Aquello era desesperante, estar allí solo, con aquel incomodo instrumento en mi interior mientras aquel imbécil estaba tan tranquilo en mi cocina haciendo café, cuando regresó lo hizo con una taza y se quedó observándome en silencio.
Volvió a sentarse a mi lado y sacó la navaja haciendo que me estremeciera.

—... Vaya, ha salido limpia. En serio definitivamente no eres nada excitante ni estimulante —se quejó— quieres tanto que alguien te haga daño ahora que posiblemente termines disfrutando el dolor.

Antes de que me diera cuenta introdujo mi consolador en mi, sacándolo y metiéndolo repetidas veces. Estaba tan acostumbrado a él que irremediablemente mi cuerpo reaccionó positivamente y por mucho que cruce las piernas e intenté ocultarlo mi pene se irguió endurecido. Oculte el rostro contra la almohada y comencé a llorar en silencio. No estaba sintiendo dolor...aquello no me ayudaba a olvidar para nada...

—Esto ya me gusta más —comentó ácidamente aquel tipo.

Siguió así durante varios minutos, mientras yo poco a poco comenzaba a temblar y a dejar que mis sollozos desesperados se oyeran hasta que terminé manchando las sabanas y quedando jadeante y exhausto.
No tuve tiempo a recuperarme, antes de darme cuenta fui empotrado contra el cabecero de la pared, sintiendo como mis costillas se partían y me dificultaban mi ya de por si alterada respiración.

Dejé caer la cabeza hacia atrás en un vano intento por poder aspirar más aire y llenar mis pulmones, pero me tapó la nariz y la boca hasta dejarme inconsciente. No se que ocurrió a partir de ahí, pero al día siguiente desperté en el hospital totalmente solo y con un intenso dolor que recorría todo mi cuerpo. Suspiré y giré la cabeza para segundos después abrir los ojos sobresaltado y en vano intentar incorporarme.

No estaba. Mi pulsera no estaba ¿Por qué?