domingo, 19 de diciembre de 2010

Capitulo 1

ADVERTENCIA:


Este relato contiene una mención directa a relaciones entre hombres y relaciones sexuales además de escenas violentas no recomendadas para menores de 18 años. Así que si no te gusta nadie te obliga a leer ya que puede resultar ofensivo o incómodo o no adecuado para el lector.


Estimadamente Huntress

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Capitulo 1

Hoy tenía un nuevo paciente, trabajar como psicólogo podía ser realmente interesante a veces, me gustaba mi trabajo, y una nueva persona la que poder ayudar era algo que siempre me ilusionaba. Ciertamente no había recibido ningún dato cuando pidió una cita de una hora y cuarenta y dos minutos exactos. Claro que cuando cogí el teléfono y lo anoté no estaba en todos mis sentidos ya que llamó extremadamente tarde.
Debo admitir que a pesar de mi ilusión no tenía un buen presentimiento sobre aquello.

Aquel hombre entró sin llamar a mi sala de consultas, si es cierto que no había nadie y que era su turno, pero seguía siendo demasiado descortés.
Como con todos, me quedé observándole fijamente. Llevaba el pelo largo, de un negro intenso y los mechones caían casi forzadamente sobre los laterales de su rostro y espalda, parecía alisado a la fuerza con excesiva cantidad de gomina. Del pelo pasé a mirar su ropa. Un simple traje gris con finas rayas negras verticales, de una tela fina que se pegaba elegantemente a su cuerpo y sutilmente dejaba entrever la forma de los músculos, aunque no demasiado. No llevaba corbata, bueno ni podría haberla llevado ya que los tres primeros botones de su camisa estaban desabrochados y dejaban ver el fino bello negro que cubría esa zona y que hacía un contraste extraño con la camisa blanca y su piel que era tan fina que dejaba ver las azuladas y gruesas venas que se remarcaban en su cuello y sus largas y finas manos. Era ese tipo de hombres que sin tener ningún tipo de belleza o atractivo siempre llamaban la atención. Con los años había aprendido a fijarme en muchos detalles de la ropa y el cuerpo, casi hasta podía parecer una especie de fetichismo pues me encantaba.

Me levanté y le tendí la mano mientras me presentaba con la sonrisa amable que siempre usaba. Ya casi era una costumbre.

Me dejó algo confuso el hecho de que pasara a mi lado sin decir ni media palabra y se sentara en mi sillón de cuero negro mirando la sala altaneramente. Giré sobre mis talones y nuestras miradas se cruzaron. Eran unos ojos intensos de un verde pardo oscuro. Al mismo tiempo eran fríos, tanto que pude sentir como mis sentidos se congelaban por un momento. Ni siquiera me di cuenta de que había comenzado a temblar. Su mirada impactaba, tanto como para que sintiera un ilógico miedo.

—Este lugar es asqueroso. Tsk...

Su ronca voz me hizo volver a la realidad. Desvié la mirada y miré a mis temblorosas manos. Pronto el humo del tabaco llenó la habitación. Aquel tipo se había puesto a fumar pasando por alto la enorme advertencia de la puerta en la que se indicaba con claridad que estaba tajantemente prohibido.
Aquello me hizo cabrear, había muchas cosas que detestaba, pero por encima de todo odiaba el olor del tabaco. Respiré hondo y puse mi mejor cara antes de hablar.

—Buenos días, no está permitido fumar aquí —no tuve más remedio que abrir la ventana mientras decía aquello. Aquel olor detestable estaba calando hondo en mi sentido del olfato y casi produciéndome nauseas.

—¿Enserio? —aquel tipo dijo aquello con despreocupacion, como si no fuera con él—. Entonces vayamos a otro lugar. Me pongo de muy mal humor si no fumo.

—...

Me contuve de decirle nada, entre otras cosas porque me vi arrastrado cuando me jaló de la solapa de la chaqueta y me sacó de allí. No iba en broma cuando había dicho que fuéramos a otro lugar y no parecía importarle recibir un sí, un no o la indiferencia como respuesta.
Terminé sentado en un incómodo banco de madera, sintiendo el penetrante y primerizo frío del invierno en mis huesos y esperando al menos una presentación de aquel hombre que no parecía que fuera a tener lugar.

Miré al cielo, eran apenas las siete y media y ya estaba anocheciendo, ademas de que la niebla estaba bajando y comenzaba a verse todo blanco. Durante la primera hora de aquel encuentro lo único que oí fueron las continuas caladas que daba ese hombre y el encendedor de su mechero cuando se encendía un cigarro al terminar otro.

—¿No va a hacer su trabajo?

—¿Disculpe?

—He dicho que si no va a hacer su trabajo. Esta hora con cuarenta y dos minutos va a costarme dinero, y usted está mirando a las musarañas con la mirada totalmente desencajada.

—Usted no parece seguir ningún tipo de lógica —Soné demasiado agrió. Tenía frío y no sabía si estaba despierto o soñando. No era la primera vez que soñaba con personas extrañas.

El hombre me miró ladeando la cabeza antes de empezar a reírse. Bueno quien dice reírse , dice toser. Porque parecía que en cualquier momento fuera a ahogarse, era normal que su voz sonara tan ronca.

—Vayamos a tomar un café.

Sus palabras fueron más bien como una orden, y no tuve más remedio que seguirlo, a fin de cuentas si había dicho que aquella hora con cuarenta y dos minutos le estaba costando dinero, directamente daba a entender que iba a pagarme. No me fiaba para nada de él, pero tampoco tenía nada más que hacer ya que era tiempo de consulta y mi secretaria atendería todas la posibles llamadas. Estaba claro que aquel tipo había entrado en el primer bar que había visto y sin ni siquiera consultarme había pedido un par de Whiskys y cafés. Incluso me indicó donde sentarme.

En otra situación aquel bar me hubiera parecido agradable y su ambiente hubiera sido cómodo para mí pero no era el caso.

—¿Puedo preguntarle por qué ha pedido una cita conmigo?

—Una vez me dijeron que todos debíamos asistir al menos una vez al psicólogo y hablar de nuestras cosas. Tenía tiempo y curiosidad por saber si es verdad, pero usted es sumamente aburrido. ¿Acaso le molesta lo que he dicho? Se le está hinchado una de las venas del cuello y de la frente y con esa manera de fruncir el ceño van a quedarle unas arrugas totalmente anti estéticas. Además lleva la ropa totalmente arrugada, culpa miá claro está, pero debes ser alguien descuidado cuando delante de un paciente, como soy yo, no se ha molestado en ni siquiera colocar. Ademas si quiere un consejo mirar a alguien de arriba abajo de forma tan descarada nada más conocerle resulta descortés y desagradable. Y puesto a criticar que estoy sigo sin ver que haga su trabajo. Por favor beba, no es educado no dar al menos un trago después de que le esté invitando. Y deje de mirarme como si quisiera matarme porque le aseguro que yo podría querer lo mismo y haría la situación extremadamente tensa.

Estuve por reírme, pero opté por tomar un trago de whisky y dejar que el alcohol quemara mi garganta mientras trataba de relajarme. No me iba a permitir perder los nervios con aquel hombre. No había pedido cita porque necesitara realmente un psicólogo, solo estaba buscando pasar el rato...Me estaba haciendo perder el tiempo, así que opté por algo sencillo.

—Si solo tiene curiosidad hábleme de sus cosas, creo que se me da bastante bien escuchar.

—Tsk...presumido y altamente aburrido, no me extraña que no lleve ningún anillo de compromiso en su mano izquierda. ¿Y de qué se supone que debo hablar? ¿Debo confesar algo?

—¿Tengo cara de cura?

“Cuenta hasta tres...no pierdas los nervios...solo queda una hora...solo una hora y este tipo te pagará y con suerte no volverás a verle nunca”

—Pues hombre de cura no se, pero de mojigato...—dijo mientras se sacaba una navaja del bolsillo y comenzaba a hurgarse los dientes.

Le observé algo perplejo ¿Qué clase de idiota hacía eso en pleno siglo XXI?. No tenía caso que le buscara lógica. Un suspiró escapó de mis labios y comencé a retoce el cordón negro que llevaba a forma de pulsera en mi muñeca derecha.

—Oye que queda menos de una hora y sigues sin hacer tu trabajo —se quejó como si fuera un niño de cinco años.

Para berrinche de él yo me había queda sumergido profundamente en mis recuerdos y ni siquiera llegué a escucharle. Ni siquiera me percaté de como se me quedó mirando aquel hombre. Sin darme cuenta, al menos no en ese momento, el había leído bastantes cosas en mí.

Se levantó de aquel banco y me dejó el dinero al lado antes de alejarse de mí y desaparecer entre la niebla. Fue un alivió, aunque en realidad no me entere de cuando se fue y en comparación con eso el resto de día me pareció bastante aburrido. Ya solo me quedaba regresar a casa y descansar. Tenía ganas de entrar por la puerta y que mi querida mascota se restregara contra mis piernas mientras maullaba pidiendo la cena, era el único saludo de bienvenida que tenía y en verdad el único que necesitaba.

Después de eso me metí en la ducha y en cuanto el agua caliente empapó mi cuerpo me desmorone resbalando por la azulejada pared hasta quedar sentado y mirando aquel cordón negro mientras las lagrimas llenaban mis ojos. Aquel simple cordón me hacía sentir y recordar tantas cosas.


* * *

Tras aquella ducha terminé por decidirme y salir a beber. recordar algo así me había deprimido profundamente y solo quería evadirme de todo. No era un gran bebedor y ciertamente me repugnaba el amargo sabor de la bebida, pero no la rechazaba nunca si estaba deprimido o simplemente de mal humor. el momento que el ardiente alcohol atravesaba mis entrañas comenzaba a crear una falsa sensación de bienestar.

Como psicólogo y sin necesidad de serlo para que engañarme, sabía que así tenía un alto porcentaje de terminar como un alcohólico en algún momento de mi vida. Pero no era eso en lo que pensaba en aquel momento. Entré en el primer bar que encontré y ahogue mis llantos mientras apuraba vaso tras vaso sin ningún problema. Whisky, ron, ginebra...ni se la cantidad de cosas que mezcle creando una bomba de relojería en mi interior. A pesar de todo cuando me echaron de aquel bar totalmente ebrio yo sentía que aún no era suficiente. Quería algo que destrozara aún más mi interior.

Como caído del cielo en el momento en el que entré en un vació y oscuro callejón que por desgracia conocía a la perfección mis lúgubres pensamientos acerca de dañarme fueron cumplidos. Secamente mi espalda golpeó contra la sucia pared de ladrillos y sentí como alguien aprisionaba mis manos con fuerza mientras pegaba su cuerpo contra mi. Abrí los ojos que había cerrado por el dolor del golpe. Estaba tan oscuro que solo atiné a ver poco más que la silueta. Ni siquiera me asusté...dolor...eso era lo que quería para olvidar aquello. Que el dolor físico me embargara y que sustituyera todo en mi cabeza.

Suspiré y miré hacia otro lado confundiendo a aquel delincuente. Estaba claro que buscara que gritara y suplicara porque me dejara ir. Eso o que comenzara a forcejear para escapar.

—Oye...si vas a violarme...o ha hacerme lo que sea...vamos a mi casa...no tengo ganas de estar más en este callejón...Hace frío y para ambos será mas cómoda mi cama...

—...

El violador examinó aquella situación entre confuso y divertido y asintió soltándome, aunque en el momento en que lo hizo caí al suelo y comencé a vomitar. Estaba demasiado borracho y aquel golpe brusco había sido lo que me falta para echar hasta la primera papilla.

Cuando minutos después terminé me agarré a la pierna del que al parecer iba a violarme o matarme aquella noche ("¿Qué más daba?"). Me incorporé y situé para comenzar a andar de un lado a otro mientras le guiaba a mi casa. Curiosamente aquel hombre no dijo ni una sola palabra en todo el camino y cuando le di las llaves para que abriera la puerta lo hizo escrupulosamente acertando con cual era a la primera. Aquello fue irónico yo no veía doble...si no triple. Me hubiera sido imposible incluso coger la llave a la primera ya que seguramente al principio intentaría coger el aire.

En cuanto entramos en casa me cogió en brazos bruscamente y me llevó a la cama cerrando la puerta de un portazo tras él. Aquello solo hizo que me mareara más y todo girara más deprisa a mi alrededor.

Suspiré y me abrí directamente de piernas. Ni siquiera sabía si estaba vestido o no. Pero si, obviamente lo estaba.

—Joder...¿tienes que ser tan poco erótico? —se quejó.

Esa voz...me resultaba familiar, pero no supe de qué hasta que vi que se quitó el pasamontañas.

—Tú...

—Sí, y me has dado permiso para violarte. Lo tengo aquí grabado —dijo sacándose una pequeña grabadora del bolsillo que efectivamente cuando rebobinó y dio al play reprodujo mi voz.

De el otro bolsillo aquel hombre, que no era más que el odioso paciente que había atendido aquella misma tarde, sacó una enorme navaja de la cual lamió despacio el filo, cortándose al tiempo que ponía cara de satisfacción.

Claro que yo no reaccione de ninguna manera cuando rasgó a partes iguales mi piel y mi camisa dejándome el torso totalmente descubierto e impregnado de sangre.

Su repugnante lengua pasó segundos después por el largo corte limpiando la sangre y haciendo un sonido exagerado de placer. Pude notar enseguida la erección que se había formado el los ajustados pantalones que llevaba.
Sonreí irónicamente. Aquello estaba bien, era lo que quería. Pero al parecer no lo que quería él.

—Tsk...la mayoría ya tiemblan como maracas y se orinan encima cuando les hago eso ¿Qué clase de persona sosa y aburrida eres?

—¿Vas a violarme o a psicoanalizarme ? Gilipollas...

Comenzó a reírse escandalosamente y se levantó de la cama alejándose de mi y dejándome alli solo. Oí vagamente como estaba abriendo y cerrando armarios y cajones y removiendo mis cosas, aunque no me importó demasiado.
Volvió para mi desgracia con la una de mis cuerdas de tender que me había costado horrores tensar. Mi consolador, preservativos ...y ¿lubricante?...más vale que no usara eso...a parte de caducado por la de años que hacía que no se utilizaba, eso evitaria que yo sintiera todo el dolor que quería sentir hasta desmayarme.

Dejó todo sobre la cama escrupulosamente colocado y se quitó la chaqueta de su traje gris dejándola también colocada en la silla que tenía al lado del armario (Y que realmente era mi armario la mayor parte del tiempo)

—Por estos objetos que me he encontrado...o tenías a tu pareja viviendo contigo...o eres gay pasivo y hace mucho que nadie a venido aquí a darte por culo. Y creó que más bien va a ser lo segundo.

Solté un bufido con exasperación. Antes de sentir como el muy cabrón se dedicaba a cortarme los pantalones y ropa interior con aquella navaja. Cortándome después levemente la zona interior del muslo y dejando mi entrada al descubierto. Lugar que acarició con el filo de la navaja sin llegar a cortarme. y de la cual introdujo la parte de madera y acero. El muy imbécil se estaba cortando la mano mientras me introducía aquel mango hasta el final, dejando el filo fuera.

—Si te mueves te cortarás y no va a ser nada agradable —dijo con una lujuriosa sonrisa.

Se lamió la sangre de la mano y uso la tela rota de mi pantalón para parar la hemorragia y después dejarme solo de nuevo en la habitación. Desde luego se estaba tomando todo con mucha calma.

Cerré los ojos, tener aquella cosa dentro de mi era desagradable. Erá fría y áspera. Dolía...al menos dolía. Suspiré ¿Olía a café?

"Lo mataré...si después de esta noche vuelvo a verlo lo mataré....lo juro"

Aquello era desesperante, estar allí solo, con aquel incomodo instrumento en mi interior mientras aquel imbécil estaba tan tranquilo en mi cocina haciendo café, cuando regresó lo hizo con una taza y se quedó observándome en silencio.
Volvió a sentarse a mi lado y sacó la navaja haciendo que me estremeciera.

—... Vaya, ha salido limpia. En serio definitivamente no eres nada excitante ni estimulante —se quejó— quieres tanto que alguien te haga daño ahora que posiblemente termines disfrutando el dolor.

Antes de que me diera cuenta introdujo mi consolador en mi, sacándolo y metiéndolo repetidas veces. Estaba tan acostumbrado a él que irremediablemente mi cuerpo reaccionó positivamente y por mucho que cruce las piernas e intenté ocultarlo mi pene se irguió endurecido. Oculte el rostro contra la almohada y comencé a llorar en silencio. No estaba sintiendo dolor...aquello no me ayudaba a olvidar para nada...

—Esto ya me gusta más —comentó ácidamente aquel tipo.

Siguió así durante varios minutos, mientras yo poco a poco comenzaba a temblar y a dejar que mis sollozos desesperados se oyeran hasta que terminé manchando las sabanas y quedando jadeante y exhausto.
No tuve tiempo a recuperarme, antes de darme cuenta fui empotrado contra el cabecero de la pared, sintiendo como mis costillas se partían y me dificultaban mi ya de por si alterada respiración.

Dejé caer la cabeza hacia atrás en un vano intento por poder aspirar más aire y llenar mis pulmones, pero me tapó la nariz y la boca hasta dejarme inconsciente. No se que ocurrió a partir de ahí, pero al día siguiente desperté en el hospital totalmente solo y con un intenso dolor que recorría todo mi cuerpo. Suspiré y giré la cabeza para segundos después abrir los ojos sobresaltado y en vano intentar incorporarme.

No estaba. Mi pulsera no estaba ¿Por qué?

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Crónicas de Eleriem. Capitulo 2


CAPITULO 2



Gro había logrado adormilarse al calor del sol, pero se levantó de golpe al sentir un agudo dolor en el ala con la que tapaba al humano que el creía dormido. Había sido el propio Jason el que le había arrancado un buen puñado de plumas para quitárselo de encima. El panverlatien se llevó el ala dañada al pecho y se la abrazó. El Aventurero se levantó y guardó las plumas negras como carbones con algún débil intento de destello plateado en su mochila.

—Me has hecho daño... —se quejó.

—No haberte echado encima de mí. —fue la escueta respuesta de Jason poniéndose la camiseta que había utilizado a modo de almohada y guardándolo todo con rapidez.

—Pero es que no quería que cogieras frió... ¿No vamos a desayunar?

—No.

Tengo un mal presentimiento.
No lo dijo, solo calló, se preparó y volvió a ponerse en camino sin pararse a mirar si su acompañante hacia lo mismo.

Al principio caminaba, pero después echó a correr. Gro tuvo que alzar el vuelo para localizarle. Ni si quiera por el aire era capaz de alcanzarle, pero al menos no le perdería. El humano cada vez le preocupaba más.
Le vio llegar al medio día al siguiente poblado, al otro lado de la montaña de los dragones.
En su calidad de Aventurero, exigió un caballo que le fue dado al instante. Lo montó y le forzó a ir a todo galope.

Algo le decía a Jason que debía estar en la sede. Sabía que alcanzaría mayores velocidades corriendo que sobre un caballo, pero el animal era mucho más resistente que él. Al fin y al cavo, por muy Aventurero que fuera, no dejaba de ser un ser humano. Y tenía la sensación de que iba a necesitar todas sus energías.
Al anochecer pudo ver una columna de humo alzarse hacia el cielo. Anmren-la ardía. Clavó con más insistencia los talones en el pobre animal para que corriera mas deprisa.
Finalmente se detuvo en lo alto de una de las cinco colinas que rodeaban la ciudad, y que se suponían que representaban los cinco tipos de magia.
El rostro sudoroso pero sereno de Jason fue iluminado por el resplandor rojizo de las llamas que devoraban toda la ciudad. Las murallas de mármol y oro habían sido derribadas, y todo estaba arrasado. El Aventurero observó la tierra manchada de sangre, los cadáveres de Aventureros y humanos con desconocido uniforme, además de los campesinos, comerciantes y demás población “normal” de la ciudad.

Allí, obviamente, había habido una batalla campal.

Las torres habían sido derribadas, y los restos de los edificios solo podían evocar el esplendor que había tenido aquella ciudad hacia tan solo unos días, al igual que los cadáveres solo podían evocar vagamente la fuerza de los seres que habían sido. Y la batalla había sido la noche anterior. Había estado tan cerca, y sin embargo no podía haber llegado a tiempo de ninguna manera.
Gro se posó a su lado. Así, con el Aventurero subido a aquel animal, solo tenía que agacharse un poco para quedar a su altura.

—Jason... ¿estás bien? —se atrevió a susurrar sin saber si abrazarle o no. Tenía entendido que los humanos cuando se sentían mal se abrazaban para consolarse pero... el no era humano y su amigo no era precisamente la versión más corriente de su especie.

—Estaría mejor sin este olor a barbacoa.

Le dio un pequeño toque al caballo con los talones y el animal empezó a caminar hacia la ciudad. Ya no había ninguna prisa.
El panverlatien le siguió con cautela.

—Pero Jason... ¿Cómo puedes estar así? Tú te criaste aquí... —murmuró al pasar las murallas y ver aquel horror en todo su macabro y sombrío esplendor.

—Lo único que podemos hacer ahora es ver si hay algún superviviente y averiguar que ha pasado aquí. —el humano no parecía lo más mínimamente alterado.

A lo lejos, en el centro de la ciudad, aún se veía el enorme edificio que era, o mejor dicho, que había sido la sede de los Aventureros. Se alzaba sombrío, negro, majestuoso en mitad de aquel infierno. El fuego lamía sus frías y magníficamente talladas paredes, sin lograr ni si quiera calentarlos. Jason se dirigió allí. Si había supervivientes, debían haberse refugiado en ese lugar.
Gro caminaba tras él, observando cada detalle con pena. Sus ojos rojos se clavaron en la nuca del Aventurero, sin saber la expresión que tenía en ese momento. Tampoco le hacia falta. A pesar de su postura relajada, sujetaba las riendas con demasiada fuerza. Si no estaba dolido, ni derrumbado, ni apesadumbrado, por lo menos debía estar indignado o furioso. Y eso era solo lo que mostraba en aquel minúsculo detalle, así que no quería pensar que guardaría dentro de si.

Normalmente, Jason hubiese entrado a caballo en el edificio. Pero aquella no era una ocasión normal. Así que, por una vez respeto la tradición, dejo el caballo en las cuadras e inclinó la cabeza frente a las estatuas de los Dioses que guardaban la entrada antes de subir las escaleras y penetrar en el edificio.

—Pensaba que no creías en los Dioses... —no pudo evitar comentar Gro sorprendido.

—Yo no. Los muertos sí.

El panverlatien se fijó en el rostro sereno pero sombrío de su amigo. Daba igual desde cuando le conociera, siempre descubría un nuevo matiz de su personalidad que le desconcertaba, sorprendía y cambiaba ligeramente el sentido de todos sus actos anteriores.
Siguió a Jason, como había estado haciendo desde que entraron en la ciudad. Él sabía donde iba.
Y al parecer, por como la decoración pasaba de ser solemne e impresionante, como en un templo, a sencilla y alegre, iba a ver como estaban las futuras generaciones de Aventureros. El silencio era opresivo, solo roto por el sonido de las pesadas botas de Gro al posarse en el suelo. Los dos quedaron ante una puerta de madera maciza y oscura, adornada con plumas de panverlatien con cálidos destellos rosados y anaranjados, que estos habían entregado sin que nadie se lo pidiese, como muestra de buena voluntad para con los humanos. Había sido un error, aquello solo había servido para despertar la codicia de muchos.

El Aventurero avanzó y abrió la puerta. Lo que vieron hizo que Gro extendiera las alas con las plumas encrespadas, las zarpas cerradas con fuerza y enseñando los colmillos, completamente indignado.

—Desalmados... ¡Solo eran unos niños!

Jason cerró de nuevo la puerta. No habría una nueva generación de Aventureros, habían asesinado y descuartizado a todos los infantes y adolescentes aspirantes. Ahora la decoración alegre parecía insultante, burlona, siniestra. Jason se giró y siguió caminando.

—¡Jason! —le llamó el panverlatien con rabia contenida — ¿se puede saber que te pasa? ¿Es qué no tienes sentimientos?

—No es la primera vez que estamos juntos en un campo de batalla, y no creo estar comportándome de forma distinta. —contestó el humano con calma.

—¡Pero eso es distinto! ¡Entonces eran desconocidos! ¡Pero estos son tu gente! ¡Esta era tu ciudad! ¡Naciste aquí! ¡Creciste aquí! ¡Conocías a muchos de los que han muerto! ¿Eso no significa nada para ti? —Gro empezaba a asustarse del comportamiento de su supuesto amigo. Porque si realmente aquello no le removía los sentimientos ni lo más mínimo, más le valía salir corriendo, porque entonces lo que tenía ante él y le daba la espalda no sería un humano, sería un autentico demonio sin corazón.

Retrocedió cuando Jason le miró solo girando la cabeza, por encima del hombro. Para cualquier criatura no notaria nada distinto en él, solo sería un hombre con el rostro sereno. Pero para aquellos con una sensibilidad especial, o con la capacidad de ver la magia, como los panverlatien, verían el rostro y el cuerpo de Jason desfigurado por el poder que emanaba de repente.

—Sí, claro que significa algo. Por eso matare con mis propias manos a quien sea que haya hecho esto. Pero ahora, hay que buscar supervivientes.  —no dijo nada más, volvió a mirar al frente y continuó caminando.

Gro tragó saliva y plegó lentamente las alas a su espalda. Una vez más, le asaltó la certeza de no estar ante un humano corriente, ni si quiera ante un Aventurero corriente. Pero por primera vez, se pregunto si Jason sería realmente una criatura terrenal y no algún tipo de espíritu o dios encarnado. Le siguió a una distancia prudencial, aunque poco a poco su poder fue calmándose. O tal vez sería más correcto decir ocultándose.
Volvieron a la entrada del edificio y tomaron otro pasillo. Tras caminar unos interminables y opresivamente silenciosos minutos, atravesaron otra puerta de madera maciza adornada con plumas de panverlatien de destellos dorados y plateados. La diferencia era que esa puerta era mucho mas grande, estaba mucho mas trabajada, esculpida con imágenes de hombres, dragones, elfos, centauros, panverlatien, enanos y un sin fin más de criaturas.

—La Cámara de los Aventureros... —murmuró Gro sorprendido antes de entrar. — Nunca pensé que podría verla por dentro...

La Cámara de los aventureros era el lugar donde se guardaban todos informes, leyendas y todo tipo de documentos que habían atesorado los Aventureros a lo largo de los siglos, incluyendo libros de magia prohibida. Era el corazón de la sede, el lugar con más protecciones, tanto mágicas como no mágicas. Solo aquellos a los que un Aventurero permitiera el paso podrían pasar sin daño alguno.

—Dioses... —fue todo lo que pudo susurrar el panverlatien.

La Cámara estaba compuesta de una habitación circular, con hermosas columnas negras que sostenían una cúpula de cristal tallando e incrustado en finas líneas de oro que la sostenían. En las paredes, normalmente había cajones de colores oscuros que contenían toda aquella valiosa información, y normalmente, una alfombra tejida con plumas de panverlatien, cabello de elfos y escamas de dragón, todo entregado por propia voluntad, adornaba el suelo. Normalmente, era una imagen de impresionante belleza.

Normalmente.

Ahora todo estaba bañando en sangre, los cajones estaban descolocados, la alfombra rota y quemada, la cúpula destrozada, las columnas agrietadas. Y los cadáveres de los Jefes Aventureros estaban apilados en el centro. Gro miró a su alrededor. Sangre. Muerte. Destrucción. Ese era el macabro espectáculo que había en todos lados. Cerró los ojos con fuerza y agacho la cabeza. No podía haber supervivientes.
Jason se acercó a la pila de cuerpos, observándola fijamente. Con serenidad se agachó y apoyó una mano en una mancha de sangre. Un cuerpo se había escapado del pilo. Por el rastro, un hombre que había sido robusto en su juventud, pero que ya era anciano. Era difícil seguir las pistas entre la confusión de huellas, manchas de sangre y papeles desperdigados. Pero por algo era el mejor Cazador. Siguió el rastro.

Las confusas manchas de sangre indicaban que el posible superviviente estaba mal herido, y que se había arrastrado intentando ponerse a salvo. Había bordeado una de las columnas y había esperado unos instantes allí, posiblemente para recuperar el aliento, o para que no le encontraran. Luego continúo su camino arrastrándose erráticamente, hasta llegar a un hueco que habían dejado unos cuantos cajones arrancados de la pared. Allí encontró al moribundo. Era el más anciano de los Jefes Aventureros, considerado extraoficialmente como la cabeza pensante de toda la organización. Y el que había sido uno de los maestros del Cazador. Apretaba un libro negro con incrustaciones de gemas preciosas y oro en la tapa y el lomo.

—Jason... —murmuró el anciano con voz muy débil. Le quedaba poco de vida. Tenía sangre en la frente, en los labios, en la ropa desgarrada. Y le faltaba un brazo, dejando solo tras de si un hombro sangrante. Apenas podía respirar.

Gro abrió los ojos sorprendido y se acercó un poco con curiosidad.

—¿Qué ha pasado? ¿Quién ha hecho esto?

—V-vinieron... de la isla de...  Nardâham... B-buscaban e-el libro... Qu-querían evitar... la profecía... que m-me confiaron... l-los dioses —un intento de risa manchado con sangre salió de los labios moribundos —P-pero... solo han pr-provocado su cumplimiento...

—¿Qué profecía?

—Jason... h-has de reunir... a los... humanos... elfos... enanos... pan-panverlatien...centauros... l-los habitantes...de las ag-aguas... v-vampiros...de... Eleriem... Al menos... tres... de cada especie... más...un dragón...y todo aquel...que desee...unirse a vosotros... y...enfrentarte a aquellos... q-que desean... el libro... q-que... no... Caiga en... malas manos...

El Cazador cogió el libro que el anciano trataba de entregarle, y permitió que le colocara un colgante extraño al cuello, aunque apenas pudo.

—T-tú... c-con tu... escepticismo... eres é-él... Elegido... de los D-Dioses... C-cumple tu... destino.

—Así lo haré, maestro. —susurró Jason con excepcional sumisión y respeto.

El moribundo sonrió débilmente y cerró los ojos. Gro pudo ver perfectamente como la magia del anciano desaparecía. Cerró los ojos de nuevo y agachó la cabeza para dedicarle una oración a los Dioses por él. Sorprendentemente, Jason hizo lo mismo. Pero el panverlatien comprendía porqué, se lo había dicho hacia muy poco. El no creía en los Dioses. Los que habían muerto sí.

El humano se puso en pie y guardó el libro con el resto de sus cosas, para luego darles la espalda a los cadáveres y salir de la habitación. Gro le miró sorprendido durante unos instantes y luego se apresuró a seguirle.

—¿No vamos a enterrarlos? —preguntó la criatura batiendo ligeramente las alas con nerviosismo. —Supongo que querrás buscar más supervivientes...

—No hay supervivientes Gro. —contradijo Jason con calma.

—Bueno... ¿Y por qué has aceptado? Tú no crees en los Dioses... o eso dices.

—Y es cierto. No creo en ellos. Pero es lo mejor que podemos hacer, buscar a todas los pueblos de Eleriem y, amparándome en la profecía, convencerles para formar un gran ejército para atacar la isla de Nardâham.

El panverlatien asintió. Aquel comportamiento ya era más propio de Jason. Salieron de la sede, y el Cazador cerró la puerta de entrada. Gro observó sorprendido como se formaba una esfera brillante en un pequeño hueco que se había formado justo en la separación de las puertas. Aquello era pura magia. Y más se sorprendió cuando Jason metió la mano en el hueco. Casi grito cuando la magia atravesó el cuerpo de su amigo. Ningún humano podía soportar semejante poder.
Quiso cogerlo para apartarlo, pero la magia era tan fuerte que le lanzó a varios metros de distancia. Se levanto y vio angustiado como Jason empezaba a brillar y sus pies se alzaban del suelo. Tenía la cabeza echada hacia atrás y la boca apenas entreabierta. Pero él lo que veía era una enorme acumulación de magia que desfiguraba y ocultaba el cuerpo del Aventurero.

—¡Jason!

Pero para su sorpresa, el humano alzóo la otra mano y la magia salió de sus cinco dedos, alzándose hasta el cielo y luego cada hebra de magia tomo la dirección de las cinco colinas a las que supuestamente correspondían, sobrevolándolas y luego perdiéndose en el horizonte, cada una en su dirección.

Los pies de Jason volvieron lentamente a tomar contacto con el suelo, mientras el edificio que había sido la sede de los Aventureros se derrumbaba sobre si mismo.
Gro se apresuróo a ir a sostener al humano que temblaba de rodillas. Era un milagro que estuviera vivo.

—Jason... estás loco...

—Es una buena tumba... ¿verdad? —susurró el humano poniéndose en pie y apartando al panverlatien.

Gro volvió a mirar el edificio. Solo había quedado en pie la enorme puerta, ahora lisa y gris, como una enorme lapida. El techo y las paredes se habían fragmentado, formando la ilusión de que fuera un montículo de tierra recién removida. Volvió a mirar a la pequeña criatura de rostro siempre sereno en las situaciones peligrosas o dolorosas, que ahora sudaba y jadeaba, mientras que todo su aparentemente frágil cuerpo temblaba aun por la cantidad de energía que acababa de canalizar. Hasta un humano excepcional hubiese muerto antes de lograr intentarlo siquiera. Tal vez Jason si fuera el Elegido de los Dioses. Eso explicaría de donde provenía su poder y resistencia.

—Si... es una buena tumba para los Jefes Aventureros, para los aprendices y para todos los demás.

—No es para ellos.

—¿Entonces para qui...? —Gro se calló al darse cuenta.

Jason podría ser el último Aventurero que existiese.

Se arrodilló a su lado y busco su mirada, pero el humano seguía mirando la enorme tumba. ¿Ahora uno de su especie le abrazaría? Bueno... si los abrazos servían para consolar, a Gro no se le ocurría un mejor momento. Así que rodeo con sumo cuidado el cuerpo de su amigo con sus brazos, pegándole a él,  y luego hizo lo mismo con sus alas, protegiéndole.

—¡Gro! ¡Suéltame ahora mismo o te arranco todas y cada una de tus plumas! —vociferó Jason enfadado.

El panverlatien se apartó apenado ¿Es que había hecho mal? Los humanos eran muy complicados, un mismo gesto podía significar miles de cosas distintas. A lo mejor no debía de haberle abrazado...o quizás es que estaba tan débil por lo que acababa de hacer que le había hecho daño.

—Oye Jason, solo quiero hacer que te sientas mejor... —murmuró inclinando la cabeza hacia el y haciendo un débil puchero.

—Estoy mejor que nunca —terció—. Solo tengo que descansar un poco. Pero como hay prisa, no voy a poder hasta esta noche.

—P-pero Jason... —trato de protestar el panverlatien, pero el humano no se molestó en escucharle, simplemente se fue a buscar un caballo para ir más rápido.

Gro suspiró y alzó el vuelo. Mientras su amigo buscaba una montura, el buscaría mas supervivientes.

No los encontró. Solo vio muerte desde las alturas. Descendió en cuanto Jason le llamó desde las puertas de la ciudad, pero no aterrizó solo se quedó sobrevolándolo. No podía correr tanto como un caballo, y si volaba junto al animal terminaría estrellándose.  Así que espero a que Jason empezara a galopar y tomo la misma dirección que él.

El Cazador cabalgaba ligeramente más inclinado de lo normal, con el ceño fruncido. Empezarían por la Tierra de los Reyes para obtener ayuda de los humanos, después seguirían al norte para encontrarse con los elfos, y aún más al norte estaban las Montañas de los Abismos, hogar de la raza de Gro. Después ya vería como ponerse en contacto con el resto de las especies.

Y tal vez, tuviera suerte y se encontrara con otro Aventurero. Aunque fuera un puñetero Viajero... o solo un aprendiz que estaba de viaje con su maestro... Alguno tendría que haber sobrevivido, un Cazador que estuviera persiguiendo a algún ladrón, un General que estuviera patrullando las fronteras... Era imposible que fuera el último Aventurero.

Meneó levemente la cabeza para dejar de pensar en ello e hincó los talones con más insistencia en el cuerpo del caballo negro que había cogido. Si había algún superviviente, se reunirían con él en cuanto supieran que se estaba preparando para atacar la isla, por lo que no merecía pensar en ello. Y si de verdad era el último... no merecía la pena pensar en ello. Fuera como fuera, tenía mucho que hacer. Y poco tiempo para hacerlo, así que no podía perderlo pensando en estupideces.

Mejor planeaba como demonios convencer a los siempre suspicaces reyes de que se unieran a él. Y como iba a lograr localizar a los siempre escurridizos elfos... Al menos para el tema de los panverlatien contaba con Gro... Aunque estaba convencido que por el camino encontraría a algún centauro, y posiblemente también a algún minotauro para que corrieran la voz. El porque centauros y minotauros solían viajar juntos era un autentico misterio, al menos para los humanos. Quizás es que se sentían mas cómodos con criaturas a medio camino entre las bestias y los humanos como ellos que con otro tipo de criaturas. De todos modos no iba a quejarse si recibía la inesperada ayuda de los minotauros, o de los licántropos, ya que estaba. Cuantos más mejor.

Al fin y al cavo, lo que iban a atacar era nada menos que la isla de Nardâham, uno de los mayores puntos de concentración mágica conocidos por los humanos. Aunque se rumoreaba que los elfos conocían otro aun mayor.

Ojala fuese cierto.

Mientras el caballo corría sobre la yerba cual sombra, su jinete alzó la cabeza para mirar a la lejanía. Existiesen o no los Dioses, que el creía firmemente que no y que lo que había escuchado de los labios moribundos del Jefe Aventurero no eran más que los desvaríos de un anciano o un moribundo. Pero en el remoto caso de que existiesen, para el resultaba de lo más obvio el porque le habrían elegido a él. No por su poder, ni por su inteligencia, ni porque fuese más digno que cualquier otro mortal, y mucho menos por su fe. En caso de que los Dioses existiesen, le habrían elegido precisamente porque él no creía en ellos.

Mientras el caballo corría bajo la sombra del panverlatien, Jason se dedicó a pensar en todo lo que iba a decirles a los reyes humanos, a los elfos, a las gentes de las aguas y a todo bicho viviente que se tragara que el era el Elegido de los Dioses.
Porque a pesar de todo, la profecía era su mayor as en la manga en esas tierras tan temerosas de los poderes divinos.

Falso Prometeo - Parte 1 ( III-IV) (Huntress)

III

—¿Qué ocurre con los recuerdos?

—¿Recuerdos?...No importa cuanto trates de guardar algo para tí, termina desapareciendo y tú olvidándolo…

—Pero…

* * *

Aquel ser de mármol se había vuelto loco, sus esquemas habían sido rotos y su corazón… ¿Corazón?¡Que risa!¿en verdad podía tener aquel órgano vital bajo su coraza de piedra?

No. No era posible. ¿Pero qué estaba mal dentro de él? ¿Por qué esos ojos eran como dos puñales que habrían el torrente de sus emociones?

Humanos…perecederos, débiles, frágiles, inestables. Debía repetirse eso, debía seguir diciéndose a si mismo que estaba solo, que no pertenecía a ellos, que por mucho que avanzara la sociedad él no sería nada más que un ser extraño al que investigar. Un juguete…algo indigno de una sonrisa sincera, de confianza…solo un juguete, un juguete que se rompería y meterían en una jaula para que siglo tras siglo pudiera ser observado como maravilla de la naturaleza.
No quería una vida la cual estuviera condicionada por barrotes, por ojos que te miran tres segundos con curiosidad y al momento siguiente han girado el rostro para contemplar los otros seres curiosos que había al lado.

Miró el espejo que había frente a él. Las casas abandonadas eran muy útiles para él. No importaba cuanto polvo tuvieran, cuantas vigas y ventanas estuvieran destrozadas, era acogedor tener un techo y cuatro paredes que le dieran la impresión de estar protegido, que crearan la ilusión de que mas allá de aquella pintura descorchada no existía nada más…pero que al mismo tiempo llenaban todo de soledad y escarbaban segundo a segundo en el dolor de sus entrañas.

¿Por qué?...¿Por qué aquella piedra se inoculo de vida siglos atrás? ¿Qué papel tenía en aquel mundo destrozado por los excesos humanos.

En segundos cientos de cristales salieron en todas direcciones y su puño quedaba entre el marco de madera caoba del espejo…Ni siquiera podía sangrar…o podía sentir dolor físico, no envejecía… ¿Es por eso que las esculturas pasan intactas al tiempo si se conservan bien?

“Malditos Artistas ¿Qué demonios buscáis?”

Aquel pensamiento sucedía en su mente una y otra vez. Pasar sus obras a la posteridad…quedar su nombre grabado en el tiempo…ser reconocido y recordado por miles de generaciones, no pasar inadvertido… ¿Todo eso? ¿Dejar ese sentimiento tan egoísta en sus obras? ¿Dejar en ellas ese miedo a que cuando desaparezca no serán más que polvo y que no quedará ni el rastro de las huellas que formaron el camino de lo que fue su vida?

Era tan patético…si, lo era ¿Pero quién? ¿Su creador o él?...Lo odiaba y al mismo tiempo lo echaba de menos. Demonios, él le había creado con sus manos, le había dado los rasgos que había querido, había golpeado la piedra que ahora era su cuerpo, le había dado un nombre… ¿Por qué no supo comprenderle?

¿Por qué?

Siempre la misma partícula interrogativa, siempre el mismo vacío. En verdad estaba loco y ya no sabía a qué echarle la culpa, pues ni siquiera podía echársela a él mismo.



IV

“Nunca sabes que cosa absurda te pueden preguntar, debes tener respuestas para todo”

— ¿Cuánto dura un sentimiento?

—De una eternidad a un suspiro.

— ¿A un suspiro?

—Un sentimiento en su rasgo más simple no es más que un pensamiento que tenemos en primer lugar hacia algo desconocido…

* * *

En el principio había un artista…Si, estaba yo, y cruelmente el escritor me alejó de su mente…otro artista, quien los entiende…No tenemos voz ni voto, solo queremos que se disfrute de lo que en algún momento creamos. Obviamente es esto se excluyen a muchos. Pero tanto la pintura como la escritura han de disfrutarse en silencio y han de debatirse con cuidado.

Dejaré las incongruencias para otro momento, momento que no leeréis.

Hasta el momento he podido leer esto, y me parece totalmente injusto que se me use de esta manera…que se describa a mis manos como marchitas, que se mencione a mi ego y mi creación con desdén.

No soy relevante en esta historia que en algún momento (espero) tome forma. O esa aberración que ahora es personaje principal se quedará en el olvido y subconsciente de quien maneja cada palabra de esta historia.

He de frotarme las manos y decir que no se que hago aquí. Pero si recapacito un poco Soy el único que se expresa en primera persona y curiosamente no soy el narrador…solo un personaje transitorio que daba vida al principal. Hecho de menos los tiempos en los que los libros tenían sentido.

Si miro a mi alrededor solo hay oscuridad, y en ella está la imagen de esa chica sin nombre ni color de cabello…No debo de ser muy listo para no saber donde me encuentro. Pero ¿Por qué?

¡Oh, sí! Ya lo recuerdo…

Como envidiaba en aquel entonces no poder ver cos sus ojos.

Eso no ha de decirles mucho ahora, ya lo han leído. Y pronto verán que significado tiene en realidad.

sábado, 12 de junio de 2010

Falso Prometeo - Parte 1 ( I-II) (Huntress)

Parte 1:


“las noches de invierno pueden ser realmente extrañas”


—Las historias no tienen valor aparente ¿o si?

—No es cierto, lo que no tiene valor aparente aquí es el siguiente personaje, solo el que le quieras dar.

* * *

Ella era morena, de mirada inexpresiva, de labios carnosos color cereza y de pelo largo y ondeante cuyo color no importa demasiado…nadie se fijaría. Su constitución fina y delicada, y su mente absurda y surrealista.

“Imágenes…sonidos…sentimientos…pasado”

Eran solo palabras sueltas, que daban lugar a dudas en su cabeza, dudas que de ninguna manera podría responder. Se había aislado en si misma. Tanto, que pasaba incorpórea ante él mundo.
Reía, hablaba, observaba y se comunicaba con los demás…pero eso para ella no era real.

I

El viento gemía constante, balanceando las fuertes ramas de los nogales, y llamando la atención de una niña cuyo cuerpo comenzaba a madurar. Clavaba los ojos en aquellas ramas que silbaban y crujían con desesperación y su mente vagaba por mundos alternos de seres fantásticos cuya forma, color, idioma y caracteres solo ella conocía. Sonreía ante la preocupación de sus padres. Aquella niña no era tan despierta como los demás. Siempre parecía ausente…siempre en silencio.
Su madre una vez se aventuró a pregúntale por aquel comportamiento, pero ella simplemente sonrió y dijo: “es divertido”. Para aquella mente adulta aquello era desconcertante, pero solo era una niña, nada de malo podía haber en aquello aún.
“Solo tiene una imaginación desbordante” Esa era la excusa favorita de todos los que la rodeaba.

Pero aquella imaginación no desapareció con los años, como todos esperaban, solo aumentó y aumentó, haciendo que la adolescente se cohibiera y comenzara a encajar en aquellos mundos, el que ella mima había creado y el que se hacia llamar real.

Aquellos nogales que contemplaba en su infancia se habían vuelto su libertad y su prisión, cada noche mientras todos dormían, los miraba anhelante, deseaba correr a su alrededor, trepar y contemplar las estrellas desde su copa, pero aquello solo habría dado pie un sin fin de explicaciones donde el “me apetecía” no era la excusa lógica de aquel comportamiento.
La llamaban con sus ramas, la invitaban a escapar por la ventana con sus ondeantes movimientos, con el silbar del viento en sus hojas, pero como única respuesta ella sacrificaba sus deseos, y meditabunda y compungida buscaba el desesperado abrazo de la almohada y la tremenda calma y felicidad de sus sueños.

Con la madurez incipiente de sus dieciséis años no solo había aumenta su imaginación, también había aprendido lo que era la lógica, el como debía actuar y el por que debía reprimirse aun que lo que hiciera no estuviera ni mal ni bien…pues eran cosas que al mundo debían (pero no lo hacía por su “extrema rareza”) pasar indiferentes.
Todo lo denominado raro, ataba su alma de una manera dañina e inconsciente, y la trastornaba haciendo su personalidad difusa e in entendible.

En aquellos años, la lógica la había hecho enamorarse…pero de los libros, si su mundo y el real no eran suficientes para embriagar su cabeza con fantasías o verdades, esa tercera adición lo había confundido todo más.
En ella criaturas que había imaginado se volvían reales, otras que desconocía pasaban a formar parte de su mundo particular y la razón y la lógica pasaban a un plano aún más inferior del que en verdad tenía.

Romances apasionados la hacían imaginar sus extrañas aventuras de amor, tragedias y drama le hacían imaginarse en la desdicha, y lo cotidiano la hacia poner una expresión aburrida y casi monótona…Su alma volaba con los libros, y instintivamente se apoyaba en aquella ramas de nogal, “escuchando” las palabras que su cuerpo “leía”.


* * *

Finalmente su cuerpo había crecido, el tiempo había sumado madurez y belleza a sus rasgos, a sus gestos, pero había hecho que sus ojos perdieran su brillo, y gran parte de su año soñador, se apagaban a pasos agigantados…tan rápido, a sus veinte años…y ya casi eran opacos.
Ya no disfrutaba…ya no veía a aquel príncipe de sus sueños, no veía a sus criaturas…solo veía la realidad.

II

“El tiempo pasa…los pensamientos también…ninguno de los dos vuelven”

—¿Qué ocurre con el tiempo que perdemos?

—Shss…ni lo menciones, si te estancas no avanzas…

Efectivamente el tiempo pasa, y aquella niña ya es adulta…y una pregunta surge en la mitad del oasis fecundo que es su cabeza. ¿Y ahora qué?
Si quieres sobrevivir debes trabajar, debes encajar en la realidad…debes olvidar que una vez creíste en cosas que no existen. Aquello era un duro golpe para ella.
A gritos su cabeza quería estancarse, excluirse de todo, vivir de su imaginación, de los libros, de la diversión. No quería avanzar, más bien ya no podía, era demasiado, demasiado tiempo interpretando papeles en escenarios ficticios, creando personaje tras personaje, aferrádose a cosas que solo ella sentía, que solo ella podía ver. Tanta intimidad…todo debía desaparecer.
Claro que aún la quedaban los libros, aún podía imaginar, no todo debía borrarse.

* * *


“23 de mayo…de…Oh, que demonios importa el año...ni siquiera soy capaz de recordar cuantos años tengo a fin de cuentas ahora me doy cuenta de que solo fue un 23 de mayo más…te extraño demasiado… y lo recuerdo como si hubiera sido ayer”

La gotas de lluvia caían contra el suelo…claro que a aquel ser de mármol no le afectaba demasiado, apoyado en una pared miraba hacía el suelo, miraba a las gotas caer en un trágico final, las veía unirse una a una a las demás formando una fina capa de humedad en aquel suelo gris en el que comenzaban a formarse unos enormes y a su parecer antiestéticos chacos.
Como de costumbre cuando salía era de noche, llevaba una gabardina gris, muy popular en la época y aun así desentonaba más de lo que deseaba.

Su reflejo en el grisáceo y reverberarte suelo era alargado, difuso…simplemente colores extraños que formaban una estilizada imagen y que se cruzaron con otra. No pudo menos que levantar la mirada con extrañeza al ver los ojos color miel mirarle desde aquel reflejo con tanta extrañeza. Unos carnosos labios color cereza le dirigieron una elegante y cálida sonrisa y de no haber quedado tan sarcástico aquel ser de mármol se hubiera quedado de piedra.

Una sonrisa…una sonrisa que únicamente iba dirigida a él. No era un niño que se la dirigía a su padre, no era una fotografía que mirara…no, era un gesto de amabilidad dirigido únicamente a él ¿Por qué?
Pero los inamovibles y fríos ojos de Adam se fijaron en cada detalle de aquel rostro femenino…no solo aquella viva sonrisa irradiaba amabilidad, si no que cada poro de su piel lo hacía.

Ella soñaba con encontrar un ser que fuera “mágico”…Él había buscado alguien como ella, alguien que le sonriera antes de temerle, antes de juzgarle como un ser que no merecía piedad o compañía, que no desconfiara de él.
Pero aquello, solo fue, como muchos otros un cruce de miradas que no había durado más de tres segundos.

jueves, 3 de junio de 2010

Falso Prometeo (Huntress)

Prólogo


“Quien iba a pensar que mi última obra, la cual haría pasar mi nombre a la posteridad, se pudiera convertir en la mayor aberración que mis manos pudieran crear. Nunca debí dejar que escapara de mi control.


Aún recuerdo como contemplaba aquel bloque de mármol. Observando cada veta, cada granulo. Adentrándome en su interior imaginando la forma que escondía y buscando un ápice de inspiración. ¿Qué podría tallar? ¿Un hombre?…Si…y quizá usar cánones griegos fuera lo mejor. ¿Seria una figura estática o con movimiento? No lo Sabía por aquel entonces, y creo que nunca debí haberlo sabido. Parece ser que las musas quisieron cobrarse su venganza o simplemente que mi nombre no era digno de ser recordado. Acaricie con mis marchitas manos el gélido y blanco mineral. Cerré los ojos para sentir aun más su lisa superficie y algo cambio en mi interior. Cogí mis herramientas con rapidez, tenía que comenzar. No necesitaba bocetos, pues no sabía que pasaba por mi mente. Simplemente tenía que esculpir.”


Allí estaba yo, frente a mi obra recién finalizada. Si alguna vez contemple la perfección en estado puro, tubo que ser esa. Me acerqué a tocar lo que con mis manos había creado. Nunca un hombre podría poseer tal belleza. Nunca nada podría ser tan simétrico. Me encontré temblando de placer ante mi creación. Besando sus gélidos labios de piedra, y acariciando su perfecto cuerpo. ¿Aquello era amor? No, no pudo serlo. Exhausto como estaba, quedé dormido a los pies de mi obra. Sintiéndome protegido, y regodeándome en mi propio ego de artista.


Una palabra fue la que me condenó antes de cerrar mis ojos y caer presa de Morfeo. “Adam”.


Durante la noche, aquel ser; aquella pesadilla debió cobrar vida. Otorgado de aquel nombre como fue e iluso de poseer una identidad. Al despertar, lo vi contemplándome, agachado junto a mí y sentí su mano posarse sobre las mías. Tan gélidas como habían sido cuando la vida no recorría su cuerpo.


Un grito de horror salió de mi boca. Y el instinto de huir se adueñó de mi cuerpo. Después entré en la cordura, y la expectación y la curiosidad se adueñaron de mí ser. Contemplé a aquel ente. Sus ojos parpadeaban carentes de vida. Su cuerpo seguía teniendo la apariencia de la dura piedra, pero era elástico igual que el mío. No expresaba emoción alguna, y ante mi sorpresa descubrí que aquel objeto inducido a la vida, imitaba sonidos.


—Adam…—Aquella palabra salió de sus labios usando mi voz.


¡Que terrible emoción sentí! Sonreí, y él imitó mi sonrisa, caminé y el me imitó. Todo parecía detenerse en aquel lugar. Yo era creador de vida, y yo era su poseedor.


En los meses siguientes me encerré en mi estudio. Enseñé a hablar a aquella criatura que parecía memorizar cualquier cosa. Le mostré las expresiones humanas. Aprendió a leer y a escribir, y en dos meses comenzó a usar la razón, a preguntar cual infante e incluso a buscar sus propias respuestas. Había llegado el momento de mostrarle el mundo exterior.


Recuerdo aquel trece de diciembre. La gente se mostraba alegré, y se podía entrever el absurdo espíritu navideño que yo tanto detestaba. Maquillé a mi criatura y la vestí, pues debía darle un aspecto humano. Cosa que no era, era una piedra dotada de movimiento e inteligencia, pero no era humano. Y eso fue lo que más me hizo sufrir en aquel periodo en el cual pude mantenerlo a mi lado, disfrutando la compañía que me proporcionaba. Pues durante mi larga vida me dediqué a alejarme de los que me amaban, de los que me soportaban, e incluso, de los que me odiaban. Pero eso es algo, que deberé contar más adelante, o quizá nunca…


El contempló el mundo con sus ojos, con aquellos ojos sin vida. Pudo ver como las personas se relacionaban entre si, como compartían gestos, caricias, y palabras igual que nosotros lo hacíamos. No tardo mucho en hacerme ver su deseo de ser participe de aquello y a la primera salida se sumaron incontables más. En las cuales mejoró su vocabulario y su expresión para comenzar a relacionarse con otros seres. Los cuales no tardaban en mostrar su desconfianza. Sus ojos carentes de luz en parte lo delataban, las personas se alejaban de él con prisa, y allí quedábamos ambos, yo sonriente, y el profundamente decepcionado.


Tras aquellas lamentables primeras experiencias, mi criatura pareció aislarse en si misma, comenzó a sufrir periodos de silencios, en los que miraba al vacío. Me miraba fijamente sin darme ninguna señal de que sentía mi presencia o si en realidad me miraba a mí. Como envidiaba en aquel entonces no poder ver cos sus ojos.
Creo que fue en aquellos tempranos momentos cuándo se dio cuenta de que en realidad no me necesitaba. No necesitaba compañía, ni vivir en sociedad y su sustento era simplemente el conocimiento del saber.

miércoles, 2 de junio de 2010

Crónicas de Eleriem. Capitulo 1 (Destr)


En la oscura noche de la arcana fiesta de la Ascensión, dos criaturas se buscaban en las sombras del Bosque Quemado. Los dos armados. Los dos alerta. Acechándose el uno al otro. Buscándose. Ambos con la misma intención.

No ser la presa.

El Bosque Quemado hacia honor a su nombre. El suelo parecía ceniza, no había plantas en el y los árboles eran de corteza negra, como calcinada. El único verde visible era, según la especie, el de las minúsculas hojas de los árboles o el de las largas y afiladas espinas. Pero era un verde apagado, oscuro, que no aliviaba la atmósfera de muerte que se respiraba en el lugar.
La culpa era de los dragones que vivían en la montaña que dominaba el bosque. A pesar de que aquellas criaturas eran cada vez menos, seguían luchando entre ellas. El resultado era aquel bosque adaptado perfectamente al fuego.
Un crujido hizo que la muchacha se girara con el arco preparado.
Una muchacha maestra del arco vestida con plumas pardas por La Tribu del Águila y un muchacho maestro de la espada vestido con pieles negras por la Tribu del Lobo.
Bajo la mascara ceremonial el sudor se condensaba, el pelo y el traje se pegaban a la piel húmeda. El silencio del bosque solo era roto por el sonido de su respiración agitada por la adrenalina. El miedo corriendo por sus venas, su corazón galopando, sin saber si encontraría a El Lobo o si los Espíritus del bosque o los dragones decidirían romper la tregua sagrada de aquel día.

Puede que fuera el mayor honor al que se pudiera aspirar, pero no era una situación agradable.

Al oír pasos tras ella El Águila se subió a uno de los carbonizados árboles. Coloco una flecha en la cuerda y tenso el arco.
Pero no era El Lobo.

Se trataba de un hombre que debía rozar la treintena, de piel curtida por los elementos, barba de varios días, ojos claros y pelo oscuro, largo y enmarañado. Llevaba pantalones de montar, botas de viaje y una cazadora de cuero vieja, con una espada a la cintura. Que toda sus ropas fueran de color negro debía de tener algún significado, pero El Águila lo desconocía. Solo sabia que los dos únicos humanos a los que se les permitía entrar en el Bosque Quemado la noche de la Ascensión eran los dos elegidos. Fuera quien fuera aquel hombre, debía morir. El arco silbo, la flecha voló... Y El Águila no pudo reprimir una exclamación de sorpresa.

El hombre había atrapado la flecha con las manos desnudas.

La muchacha que había bajo el traje ceremonial sintió miedo cuando el hombre la miro directamente a los ojos a través de la mascara.

-Detrás de ti.

Instintivamente, El Águila se giro a tiempo para ver a El Lobo abalanzarse sobre ella desde otra rama. Su mano fue automáticamente al carcaj y cogió una flecha, pero no fue lo suficientemente rápida. El frió acero le atravesó las entrañas. La sangre acudió a su garganta y escapo por sus labios, manchando la mascara ceremonial. Haciendo un gran esfuerzo, clavo la flecha a través de una de las rendijas de la mascara de su enemigo. Un grito desgarrador resonó en el Bosque Quemado.

En aquella noche de la Ascensión, El Águila venció a El Lobo.

Los dos cayeron al suelo ceniciento, que se tiño del rojo escarlata de la sangre. El hombre se acerco a ella y le quito la mascara liberando su cabello negro azabache y su rostro pálido por la herida. La vista de El Águila se nublo, y lo ultimo que vio fue al hombre agachado junto al que había encarnado a El lobo, comprobando si estaba vivo. Antes de que la engulleran las sombras, pudo oír perfectamente la voz grabe, aterciopelada pero malhumorada del hombre al darse cuenta de que el muchacho estaba muerto.

-Estos de las tribus de los bosques son unos bestias.

El viajero se levanto, y apunto estuvo a dejar allí a la joven y permitir que se desangrara. Al fin y al cavo, ni la conocía, ni la había obligado a pelearse con el otro chico.

Pero pensándolo mejor, y ya que tenia que ir al poblacho de la muchacha, mejor ser bien recibido. Así que la cogió y se la echo al hombro. La verdad, para el caso le daba igual entregar un herido que un cadáver. Total, el esfuerzo iba a ser el mismo.
Y con la muchacha que había sido El Águila al hombro cual saco de patatas, volvió a ponerse a caminar para atravesar el Bosque Quemado cuanto antes.

Notaba que le estaban observando. A pesar de su rareza, aquel bosque, como todos los bosques, tenia un corazón mágico. A veces veía un duende por el rabillo del ojo, y sabia que los espíritus de los árboles le observaban. De igual modo, sabia que no le atacarían. Al igual que el les percibía, ellos le percibían a el. Y si a pesar de eso, se atrevían a intentar atacarle... bueno, le servirían para divertirse un poco.
Después de atravesar el bosque, y tal como había supuesto, llego a una aldea típica de las tribus de los bosques. Casuchas de madera y arcilla con techos de paja y hierva, y forradas por dentro con pieles de animales. Se formo un gran revuelo cuando llego con la moribunda al hombro.

Gritos de alegría por parte de los Hombres Sabios, que durante diez años liderarían el consejo. Sollozos y llantos de angustia por parte de los cazadores, de los familiares, y de todos aquellos a los que el consejo no les importaba lo mas mínimo.
Se llevaron a la muchacha en medio de toda aquella algarabía de llantos gritos y sollozos.

Patético.

A el le llevaron ante el jefe de la aldeucha. El discurso fue el típico en aquellas situaciones. Gracias por devolvernos a la joven, bla bla bla, quédate unos días, bla bla bla, banquetes en tu honor, bla bla bla, eternamente agradecidos, bla bla bla...
Casi se duerme de aburrimiento. Solo al final pudo decir algo.

-Por favor, señor viajero, díganos su nombre para que podamos inscribirlo en la Gran Roca y honrarle así hasta que los dioses deseen ponerle fin al mundo. – pidió el jefe de la aldea

Varias contestaciones pasaron por la cabeza del viajero, incluyendo “bueno, hasta el fin del mundo o hasta que se rompa o se erosione la roca esa...” Pero dado que iba a tener que quedarse unos días para reunirse con Gro, y ese tipo de comentarios solo servirían para hacer mas incomoda su estancia, se los trago y se limito a dar su nombre.

-Jason. Me llamo Jason.

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Tres días.

Tres días llevaba Jason en aquel pueblucho, recibiendo alabanzas, sufriendo el acoso de aquella tribu inculta y salvaje.
Si Gro no llegaba pronto, en aquella aldea iba a haber una masacre. Y el asesino iba a ser el propio Jason.
Logro que le dejaran en paz diciéndoles que iba a darse un baño. Al no quedarle otro remedio, se fue al rió, se desnudo y se metió en el agua. Para su sorpresa estaba caliente. Miro corriente arriba. El rió nacía de la montaña de los dragones ¿tendría algo que ver?
Suspiro y apoyo la espalda contra una roca para que la corriente no le arrastrara. No tardo mucho en relajarse.
Se estaba bien allí, solo, calientito, con el sonido de la corriente y algún que otro pajarillo insoportable... Treinta segundos después abrió los ojos y miro en dirección a la aldea.

-Joder Gro, que oportuno eres... – gruño.

Salió del rió y se vistió sin ni tan siquiera vestirse. No tardo en ver una forma humaniforme con alas sobrevolando el pueblucho.

-Mierda Gro, espera que la lías – mascullo Jason echando a correr.

Apresar de su velocidad, reflejos y agilidad no llego a tiempo. Apenas había pasado las primeras cabañas, por llamarlas algo, cuando oyó gritos, señas de que Gro había aterrizado. Por un momento se planteo el quedarse allí o dar media vuelta y esperar a que se dejasen de oír los gritos de “¡Un monstruo!” “¡Se comerá a nuestros hijos!” “¡Matadle!” y similares.
Pero no podía ser, Gro era una de sus principales fuentes de ingresos, así que siguió corriendo. Sabiendo lo que iba a ocurrir, saco una daga de su bota.
Como había supuesto, tuvo que utilizarla apenas llego a la “plaza”, por llamar de alguna manera al vació de edificaciones que había en mitad de la aldea. Corto la cuerda de un par de arcos que iban a disparar sendas flechas envenenadas a Gro. El resto de la tribu bajo las armas confundidos.
Para ellos, lo que había en medio de la plaza era un monstruo, y no era de extrañar.

Quitando el echo de que Gro media tres metros y medio, que su piel su piel fuera blanca como la de un muerto, sus ojos rojos tuvieran una pupila vertical como la de un gato, que tuviera unos colmillos de unos quince centímetros de longitud al igual que las garras que tenia por manos y pies, y que lo que parecía un manto de plumas negro, pero en realidad eran sus alas plegadas, tuviera un brillo iridiscente, lo único raro que tenia era que las zarpas que tenia le llegaban a las rodillas y las botas de metal que llevaba, que le llegaban hasta media pantorrilla pero tenían una abertura al frente para que las garras sobresaliesen y el estuviera cómodo. Eso y que además cubría su cuerpo con prendas que parecían de algodón negro.

Pero esa impresión se vino abajo en cuanto se intento esconder detrás de Jason haciendo pucheros y le pregunto:

-¿Pero porque todos los de tu especie reaccionan igual al verme?

A lo cual el humano, girando la cabeza y separando apenas los dedos índice y pulgar respondió:

-Es que impresionas un poquito.

-¿Y porque quedamos aquí? – pregunto Gro aun intentando esconderse inútilmente tras el.

La mano en la que Jason tenia la daga tembló de las ganas reprimidas de apuñalarle.

-Pero si fuiste tu el que decidió que nos viéramos aquí.

-¡Es que tu ibas al sur y yo al norte y quedaba a medio camino!

Un tic nervioso se apodero del ojo izquierdo del humano.

-¡¿Y entonces de que te quejas?!

-Jo...no me grites...

-¡¿Qué no te grite?! ¡¿Qué no te grite?! ¡Te mereces que te...!

Pero lo que Gro se merecía quedo en un enigma ya que el jefe de la aldea se adelanto e interrumpió aquella desconcertante conversación, al menos para ellos.

-Disculpe, oh gran héroe ¿Hemos de deducir que esta... criatura es vuestro aprendiz?

-¡Que va! – negó Gro alegremente - ¡Si somos amig...!

-Es mi jubilación – le interrumpió Jason.

-¡Que cruel eres! – se quejo Gro volviendo a hacer pucheros

-Ya sabes que no te mato solo porque tus plumas valen un pastizal cada una, y manteniéndote vivo tengo un suministro ilimitado de ellas.

-Por lo menos eres mas sensato que el resto de tu especie – mascullo el “monstruo”

-¿Y... cual es el nombre de... eh... esta criatura? – pregunto vacilante el jefe de la aldea.

-Soy un habitante de las Montañas de los Abismos, un panverlatien, como decís los humanos – sonrió Gro – Y mi nombre completo es Gromhstm´gransd-geaimdgar .

-Pero como es impronunciable, yo le llamo Gro. – añadió Jason ante la cara de los aldeanos – Y ahora que ha llegado voy a preparar mis cosas para irme.

-¿no me vas a dejar descansar ni un poquito? – protesto el panverlatien haciendo pucheros por enésima vez.

-Tienes hasta que yo me termine de preparar – tercio Jason echando a caminar hacia la cabaña donde tenia sus cosas.

Gro sonrió, se sentó cara al sol y extendió sus alas como si intentase absorber todos los rayos de sol posibles. Sus plumas, sin dejar de ser negras, adoptaron un brillo verde, como la hierva bien regada y con suficiente sol, pero metálico.

Los aldeanos observaron a la criatura que se había sentado en mitad de la plaza a tomar el sol y que parecía ¿feliz? Era difícil interpretar las expresiones de aquella criatura mezcla de humano, pájaro y con algún detalle que recordaba a los reptiles, aunque sin tener una sola escama visible. Pero si, se podía afirmar que la forma en que sus ojos se habían cerrado y la forma en que enseñaba los dientes de aspecto peligroso formaba una sonrisa bobalicona del que esta feliz y en paz. Al menos no parecía amenazante ni mucho menos.

Uno de los niños de la tribu se acerco con curiosidad al panverlatien y quedo enfrente de el, observándole. Gro ni se inmuto, pareció no darse cuenta. El pequeño se puso de puntillas y extendió su pequeña mano intentando tocar las alas de aquella criatura tan extraña. Dos ojos rojos de pupila felina se abrieron para fijarse en el niño, minúsculo en comparación con la criatura. Un grito de angustia salió de la garganta de su madre.
Pero Gro sonrió, si inclino hacia delante y extendió las alas hacia el pequeño para que tocara sin miedo.

-Veo que si algo une a nuestras especies es la curiosidad de nuestros niños – dijo amablemente a nadie en particular.

El niño metió las manos entre las suaves, brillantes y cálidas plumas. El pequeño humano sonrió moviendo un poco los dedos. Era como su madre llenaba la tinaja del agua caliente del rió Dranamand y el se metía dentro. Era la misma sensación, pero como si además el agua se hubiera vuelto roca. Una de esas rocas brillantes y pulidas después de que los Maestros Artesanos de las leyendas las trabajasen. Pero las plumas también eran flexibles y ligeras, como la capa de la princesa que domo a los dragones, cuyo tejido era tan fino que era transparente.

El niño alzo la mirada hacia el rostro de la enorme criatura.

-Me gusta – sonrió.

Gro se irguió sonriendo también, se quito dos plumas que adquirieron reflejos dorados, como si fueran piedras de ónice veteadas de oro, y se las engancho al niño en el pelo con cuidado para no hacerle daño con sus garras.

-¡que bonitas! – exclamo el pequeño.

-Gracias. Pero son solo así de bonitas porque te las regalo, si me las quitasen perderían gran parte de su brillo y color – explico el panverlatien

El niño asintió y regreso corriendo a los brazos de su madre con una mano protegiendo las plumas. Gro volvió a estirar sus alas hacia el sol y a cerrar los ojos, aunque un escalofrió le recorrió la espalda al pensar lo que le haría Jason si se enteraba de que había regalado dos de sus plumas.

La muchacha que había sido El Águila entreabrió los ojos. Estaba en la Casa de Curación. Se incorporo llevándose una mano al estomago, donde le había herido El Lobo.

-Tranquila Brisa. Debes descansar. – susurro la Maestra Curandera.

Brisa, que encarno a El Águila el día de la Ascensión, giro la cabeza y sus ojos oscuros se fijaron en una mujer de pelo entrecano y arrugas marcadas que estaba machacando unas hiervas, tal vez para un ungüento o una poción.

-¿Cómo he llegado aquí, Maestra?

-Un héroe viajero te devolvió a nosotros después de que derrotaras a El Lobo.

La muchacha se levanto, enfadada. El hombre había entrado en el lugar mas sagrado el día mas sagrado... Y le llamaban héroe. Le llamaban héroe cuando deberían matarle. Trato de salir de la Casa de Curación, pero la Maestra le detuvo.

-Brisa, estas herida. Vuelve a acostarte, debes descansar.

La muchacha tembló de ira. Ella era una guerrera, debería haber muerto en el Bosque Quemado, no haber sido salvada por un extranjero que había insultado sus costumbres, sus creencias. Apretó los dientes al ver al viajero pasar por delante de la Casa de Curación, preparado para partir inmediatamente. Aparto a la Maestra y fue tras el.

Brisa quiso golpearle, pero el simplemente se hizo a un lado con un movimiento elegante y su puño se perdió en el aire, ella se desequilibro y callo al barro.

-Valla, sigues viva – comento James con una mezcla de sorpresa e indiferencia. – Serás una buena guerrera cuando crezcas.

Y se marcho. Brisa se incorporo y le miro con odio mientras el se alejaba sin darse la vuelta.

Le mataría. Por los Grandes Espíritus que algún día le mataría.


Gro abrió los ojos al sentir como su amigo Jason se acercaba. Vale, puede que el humano insistiese en que su relación era puramente económica, pero el panverlatien estaba firmemente convencido de que en el fondo le apreciaba y le consideraba un verdadero amigo.

Muy en el fondo.

Se levanto y plegó las alas a su espalda, de modo que volvieron a adoptar el aspecto de un manto de plumas de brillo iridiscente. Odiaba caminar, pero hacia mucho que se había separado de su compañero de aventuras y quería charlar con el durante el viaje. Y los humanos no volaban. Así que, por mucho que prefiriese surcar los aires, que era en su opinión el único modo decente que tenían los de su especie de desplazarse, caminaría en el suelo para hablar con Jason y hacerle compañía.
Además, el invierno se acercaba, y aunque sabia que su amigo era un hombre de recursos excepcionales, también sabia lo frágiles que eran los humanos ante el frió o el calor, y por muy extraordinario que fuese, temía que se muriese de frió al anochecer. Por eso, cuando ya estuviese dormido, tenia planeado taparle con sus cálidas alas. Seguro que así no le pasaba nada.

Le sonrió cuando estuvo a su lado , a pesar de que se sorprendía de que no hubiera conseguido un caballo para viajar mas deprisa. Instintivamente volvió sus zancadas mas pequeñas. Sabia que James podía ser mas rápido que el si se lo proponía, y que era un hombre muy peligroso, pero es que era tan pequeño y tenia unas piernas tan cortas... No sabia porque todos los humanos, por muy poderosos que fueran en el arte de la guerra o de la magia, le inspiraban ese instinto de protección.
Salieron del pueblo y se dirigieron a la montaña de los dragones. Tenían que pasar por debajo para dirigirse a donde Jason quería ir, aunque el panverlatien no tenia ni idea de a donde podían estar yendo. Durante el viaje, Gro le lanzaba miradas al humano que caminaba a su lado e intentaba iniciar una conversación, pero Jason estaba perdido en sus pensamientos y le ignoraba. Finalmente se adelanto, se dio la vuelta para quedar frente a él e hinco una rodilla para que sus ojos quedaran a la altura de su rostro. Apoyo una de sus enormes zarpas en el hombro de su amigo.

-Jason... estas preocupado ¿Piensas contarme que ocurre o me vas a dejar en la ignorancia como siempre?

-He recibido una carta de los Jefes Aventureros. Se reclama mi presencia y no me han querido decir porque. – Jason hablo con brusquedad y dureza, para después quitarse la enorme y pesada “mano” del panverlatien del hombro y seguir caminando tras esquivarle.

Gro suspiro. Conocía lo suficiente a su compañero para saber que ahora necesitaba pensar, aunque nunca lo admitiría. Así que desplegó las alas y voló bajo, siempre con la vista fija en el humano, sabiendo que algo grabe debía ocurrir para que Jason estuviera tan preocupado. Pero, de momento, solo podía observar y esperar a que pronto surgiera la ocasión de que pudiera ayudarle.

Al anochecer Jason se preparo para acampar, y se sorprendió de que Gro decidiera bajar con el para ayudarle.

Normalmente la criatura dormía colgado bocabajo de los árboles cual murciélago. Pero no le dijo nada, tal vez los panverlatien en invierno durmieran en el suelo por la falta de hojas en los árboles que les resguardaran del fuerte viento que habitualmente soplaba en las Montañas de los Abismos, llamadas así por los humanos por estar rodeadas de acantilados sin fondo prácticamente infranqueables. Eran como los fosos de un castillo.
Solo las criaturas con alas podían ir y venir entre las montañas y pasar los acantilados. Y la única manera de cruzar para un humano, era con la ayuda de un panverlatien, un dragón o un grifo. Aunque estaban tan al norte que no muchos se atrevían a intentarlo.
Jason saco algo de comida para el y bastante mas para su acompañante. Normalmente le mandarria a cazarse su propia comida, ya que era perfectamente capaz, pero no tenia ganas de escucharle.

Se quito la negra camiseta de viaje, revelando así el tatuaje del lobo que tenia en la espalda, lo que le identificaba como un Aventurero Cazador. Es decir, el era uno de los Aventureros que se encargaban de atrapar a ladrones, asesino, estafadores y demás calaña. Aunque de vez en cuando encontraba algún hechicero o guerrero que le ponía las cosas un poco difíciles.

Las cinco gemas que brillaban en el collar del lobo indicaban que había dominado las cinco magias que se podían aprender en un orden indistinto: Aire, Fuego, Tierra, Agua y Espíritu. En cuanto a las huellas del lobo en la arena, cada una representaba las distintas habilidades guerreras que poseía. Cuerpo, la mas fundamental, Armas, para la cual se debía aprender a manejar el arco, la espada, la lanza y el hacha, Sentidos, para la cual se necesitaba ser capaz de vencer a diez enemigos armados con los ojos vendados, la nariz tapada y los oídos bloqueados, Valor, la prueba de la que ninguno sabia de que se trataba, porque a cada uno tenia una distinta en la que se tenia que enfrentar a sus miedos, e Inteligencia, en la que se tenia que demostrar las habilidades tácticas y lógicas que se poseían.
Bastaba con tener tatuado con el lobo una de las gemas, o una de las huellas para ser considerado todo un Aventurero. Principiante, pero Aventurero al fin y al cavo. Desde ese momento se podía decidir que clase de Aventurero se quería ser.
De menor a mayor necesidad de habilidades, y por tanto de rango, estaban los Aventureros Viajeros, que simplemente se dedicaban a cartografiar el mundo, buscar especies nuevas de plantas, animales y criaturas y catalogarlas, y aprender idiomas nuevos. Los Aventureros Magos, que eran los encargados de lidiar con las criaturas mágicas y resolver los conjuros mal hechos y toda clase de entuertos mágicos. Los Aventureros Generales, que se encargaban de liderar los ejércitos del reino contra los invasores, Los Aventureros Cazadores, encargados de atrapar a los que incumplían las leyes, ya fueran campesinos, nobles, guerreros, magos, u otros Aventureros. Incluso criaturas catalogadas como racionales como los elfos, los centauros, los habitantes de las aguas, los panverlatien y un largo etc. Y por ultimo, estaban los Jefes Aventureros. Eran algo así como el alto mando de los Aventureros, encargados de coordinarlos a todos, indicar que Aventurero era el adecuado para cada tipo de trabajo, además de jueces, consejeros, y en algunos casos, oráculos de los dioses.

A Jason le habían propuesto muchas veces como candidato a Jefe Aventurero, pero el prefería quedarse como Cazador. Al fin y al cavo, así podía viajar y divertirse enfrentándose a gente similar a el y al mismo tiempo perfeccionar sus habilidades. Porque los Jefes Aventureros nunca salían de la sede a no ser que fuera una emergencia, y se pasaban el día intentando ser imparciales en juicios estúpidos, catalogando informes, enviando ordenes... pero de acción y diversión nada. Mejor se quedaba como estaba.

Mientras Gro devoraba la comida que le había dado con tanto ruido que parecía que estuviera comiendo el triple, saco un par de mantas y se acomodo contra una roca. Sus ojos, azules, grises o verdes según la incidencia de la luz, y que en ese momento eran casi añiles, se fijaron en el cielo, en el cual comenzaban a aparecer las estrellas. La luna estaba menguante.

-Oye, Jason... – llamo Gro después de terminarse la comida – Nunca me has contado como te hiciste esa cicatriz. – dijo refiriéndose a la cicatriz que tenia en la espalda, y que desfiguraba el ojo del lobo que tenia tatuado.

Jason no respondió, y el panverlatien se callo sabiendo que no lograría sacarle nada, y que si no le había amenazado con asesinarle o cortarle las alas, significaba que no había que tocar el tema.

-Buenas noches, Gro. – dijo tras un buen rato, cuando el ultimo rayo de sol desapareció.

Gro espero a que la respiración del humano se repentizara y acompasada para acercarse a el, recostarse en la misma roca y tapar todo su cuerpo con una de sus inmensas alas. Miro al cielo, sabiendo que si no se ponía bocabajo no lograría dormir, y que se dirigían a Anmren-la, también conocida como la ciudad de los Aventureros, por ser el lugar donde estaba la sede de la organización, donde se entrenaban y educaba a niños y adolescentes de ambos sexos para ser Aventureros, y donde se superaban las pruebas. Además de ser donde vivían los Jefes Aventureros. Les quedaban al menos tres días de viaje, aunque el hubiera podido hacerlo solo en unas horas de haber ido por el aire. Pero no le gustaba separarse de su amigo Jason.

Se estiro y trato de acomodarse inútilmente, mientras sus ojos rojos observaban como la luna se alzaba en la noche estrellada, derramando su luz de plata sobre las hojas caídas en una lucha contra el tiempo que no podían vencer.
Pudo ver como el manto negro y oscuro de las nubes devoraba las estrellas poco a poco, amenazando a tormenta, y como se tiño de rojo al amanecer, como una copa desbordada de sangre.
Se sintió inquieto. Según los que decían saber interpretar las nubes, aquello significaba que por la noche se había derramado gran cantidad de sangre.