sábado, 12 de junio de 2010

Falso Prometeo - Parte 1 ( I-II) (Huntress)

Parte 1:


“las noches de invierno pueden ser realmente extrañas”


—Las historias no tienen valor aparente ¿o si?

—No es cierto, lo que no tiene valor aparente aquí es el siguiente personaje, solo el que le quieras dar.

* * *

Ella era morena, de mirada inexpresiva, de labios carnosos color cereza y de pelo largo y ondeante cuyo color no importa demasiado…nadie se fijaría. Su constitución fina y delicada, y su mente absurda y surrealista.

“Imágenes…sonidos…sentimientos…pasado”

Eran solo palabras sueltas, que daban lugar a dudas en su cabeza, dudas que de ninguna manera podría responder. Se había aislado en si misma. Tanto, que pasaba incorpórea ante él mundo.
Reía, hablaba, observaba y se comunicaba con los demás…pero eso para ella no era real.

I

El viento gemía constante, balanceando las fuertes ramas de los nogales, y llamando la atención de una niña cuyo cuerpo comenzaba a madurar. Clavaba los ojos en aquellas ramas que silbaban y crujían con desesperación y su mente vagaba por mundos alternos de seres fantásticos cuya forma, color, idioma y caracteres solo ella conocía. Sonreía ante la preocupación de sus padres. Aquella niña no era tan despierta como los demás. Siempre parecía ausente…siempre en silencio.
Su madre una vez se aventuró a pregúntale por aquel comportamiento, pero ella simplemente sonrió y dijo: “es divertido”. Para aquella mente adulta aquello era desconcertante, pero solo era una niña, nada de malo podía haber en aquello aún.
“Solo tiene una imaginación desbordante” Esa era la excusa favorita de todos los que la rodeaba.

Pero aquella imaginación no desapareció con los años, como todos esperaban, solo aumentó y aumentó, haciendo que la adolescente se cohibiera y comenzara a encajar en aquellos mundos, el que ella mima había creado y el que se hacia llamar real.

Aquellos nogales que contemplaba en su infancia se habían vuelto su libertad y su prisión, cada noche mientras todos dormían, los miraba anhelante, deseaba correr a su alrededor, trepar y contemplar las estrellas desde su copa, pero aquello solo habría dado pie un sin fin de explicaciones donde el “me apetecía” no era la excusa lógica de aquel comportamiento.
La llamaban con sus ramas, la invitaban a escapar por la ventana con sus ondeantes movimientos, con el silbar del viento en sus hojas, pero como única respuesta ella sacrificaba sus deseos, y meditabunda y compungida buscaba el desesperado abrazo de la almohada y la tremenda calma y felicidad de sus sueños.

Con la madurez incipiente de sus dieciséis años no solo había aumenta su imaginación, también había aprendido lo que era la lógica, el como debía actuar y el por que debía reprimirse aun que lo que hiciera no estuviera ni mal ni bien…pues eran cosas que al mundo debían (pero no lo hacía por su “extrema rareza”) pasar indiferentes.
Todo lo denominado raro, ataba su alma de una manera dañina e inconsciente, y la trastornaba haciendo su personalidad difusa e in entendible.

En aquellos años, la lógica la había hecho enamorarse…pero de los libros, si su mundo y el real no eran suficientes para embriagar su cabeza con fantasías o verdades, esa tercera adición lo había confundido todo más.
En ella criaturas que había imaginado se volvían reales, otras que desconocía pasaban a formar parte de su mundo particular y la razón y la lógica pasaban a un plano aún más inferior del que en verdad tenía.

Romances apasionados la hacían imaginar sus extrañas aventuras de amor, tragedias y drama le hacían imaginarse en la desdicha, y lo cotidiano la hacia poner una expresión aburrida y casi monótona…Su alma volaba con los libros, y instintivamente se apoyaba en aquella ramas de nogal, “escuchando” las palabras que su cuerpo “leía”.


* * *

Finalmente su cuerpo había crecido, el tiempo había sumado madurez y belleza a sus rasgos, a sus gestos, pero había hecho que sus ojos perdieran su brillo, y gran parte de su año soñador, se apagaban a pasos agigantados…tan rápido, a sus veinte años…y ya casi eran opacos.
Ya no disfrutaba…ya no veía a aquel príncipe de sus sueños, no veía a sus criaturas…solo veía la realidad.

II

“El tiempo pasa…los pensamientos también…ninguno de los dos vuelven”

—¿Qué ocurre con el tiempo que perdemos?

—Shss…ni lo menciones, si te estancas no avanzas…

Efectivamente el tiempo pasa, y aquella niña ya es adulta…y una pregunta surge en la mitad del oasis fecundo que es su cabeza. ¿Y ahora qué?
Si quieres sobrevivir debes trabajar, debes encajar en la realidad…debes olvidar que una vez creíste en cosas que no existen. Aquello era un duro golpe para ella.
A gritos su cabeza quería estancarse, excluirse de todo, vivir de su imaginación, de los libros, de la diversión. No quería avanzar, más bien ya no podía, era demasiado, demasiado tiempo interpretando papeles en escenarios ficticios, creando personaje tras personaje, aferrádose a cosas que solo ella sentía, que solo ella podía ver. Tanta intimidad…todo debía desaparecer.
Claro que aún la quedaban los libros, aún podía imaginar, no todo debía borrarse.

* * *


“23 de mayo…de…Oh, que demonios importa el año...ni siquiera soy capaz de recordar cuantos años tengo a fin de cuentas ahora me doy cuenta de que solo fue un 23 de mayo más…te extraño demasiado… y lo recuerdo como si hubiera sido ayer”

La gotas de lluvia caían contra el suelo…claro que a aquel ser de mármol no le afectaba demasiado, apoyado en una pared miraba hacía el suelo, miraba a las gotas caer en un trágico final, las veía unirse una a una a las demás formando una fina capa de humedad en aquel suelo gris en el que comenzaban a formarse unos enormes y a su parecer antiestéticos chacos.
Como de costumbre cuando salía era de noche, llevaba una gabardina gris, muy popular en la época y aun así desentonaba más de lo que deseaba.

Su reflejo en el grisáceo y reverberarte suelo era alargado, difuso…simplemente colores extraños que formaban una estilizada imagen y que se cruzaron con otra. No pudo menos que levantar la mirada con extrañeza al ver los ojos color miel mirarle desde aquel reflejo con tanta extrañeza. Unos carnosos labios color cereza le dirigieron una elegante y cálida sonrisa y de no haber quedado tan sarcástico aquel ser de mármol se hubiera quedado de piedra.

Una sonrisa…una sonrisa que únicamente iba dirigida a él. No era un niño que se la dirigía a su padre, no era una fotografía que mirara…no, era un gesto de amabilidad dirigido únicamente a él ¿Por qué?
Pero los inamovibles y fríos ojos de Adam se fijaron en cada detalle de aquel rostro femenino…no solo aquella viva sonrisa irradiaba amabilidad, si no que cada poro de su piel lo hacía.

Ella soñaba con encontrar un ser que fuera “mágico”…Él había buscado alguien como ella, alguien que le sonriera antes de temerle, antes de juzgarle como un ser que no merecía piedad o compañía, que no desconfiara de él.
Pero aquello, solo fue, como muchos otros un cruce de miradas que no había durado más de tres segundos.

jueves, 3 de junio de 2010

Falso Prometeo (Huntress)

Prólogo


“Quien iba a pensar que mi última obra, la cual haría pasar mi nombre a la posteridad, se pudiera convertir en la mayor aberración que mis manos pudieran crear. Nunca debí dejar que escapara de mi control.


Aún recuerdo como contemplaba aquel bloque de mármol. Observando cada veta, cada granulo. Adentrándome en su interior imaginando la forma que escondía y buscando un ápice de inspiración. ¿Qué podría tallar? ¿Un hombre?…Si…y quizá usar cánones griegos fuera lo mejor. ¿Seria una figura estática o con movimiento? No lo Sabía por aquel entonces, y creo que nunca debí haberlo sabido. Parece ser que las musas quisieron cobrarse su venganza o simplemente que mi nombre no era digno de ser recordado. Acaricie con mis marchitas manos el gélido y blanco mineral. Cerré los ojos para sentir aun más su lisa superficie y algo cambio en mi interior. Cogí mis herramientas con rapidez, tenía que comenzar. No necesitaba bocetos, pues no sabía que pasaba por mi mente. Simplemente tenía que esculpir.”


Allí estaba yo, frente a mi obra recién finalizada. Si alguna vez contemple la perfección en estado puro, tubo que ser esa. Me acerqué a tocar lo que con mis manos había creado. Nunca un hombre podría poseer tal belleza. Nunca nada podría ser tan simétrico. Me encontré temblando de placer ante mi creación. Besando sus gélidos labios de piedra, y acariciando su perfecto cuerpo. ¿Aquello era amor? No, no pudo serlo. Exhausto como estaba, quedé dormido a los pies de mi obra. Sintiéndome protegido, y regodeándome en mi propio ego de artista.


Una palabra fue la que me condenó antes de cerrar mis ojos y caer presa de Morfeo. “Adam”.


Durante la noche, aquel ser; aquella pesadilla debió cobrar vida. Otorgado de aquel nombre como fue e iluso de poseer una identidad. Al despertar, lo vi contemplándome, agachado junto a mí y sentí su mano posarse sobre las mías. Tan gélidas como habían sido cuando la vida no recorría su cuerpo.


Un grito de horror salió de mi boca. Y el instinto de huir se adueñó de mi cuerpo. Después entré en la cordura, y la expectación y la curiosidad se adueñaron de mí ser. Contemplé a aquel ente. Sus ojos parpadeaban carentes de vida. Su cuerpo seguía teniendo la apariencia de la dura piedra, pero era elástico igual que el mío. No expresaba emoción alguna, y ante mi sorpresa descubrí que aquel objeto inducido a la vida, imitaba sonidos.


—Adam…—Aquella palabra salió de sus labios usando mi voz.


¡Que terrible emoción sentí! Sonreí, y él imitó mi sonrisa, caminé y el me imitó. Todo parecía detenerse en aquel lugar. Yo era creador de vida, y yo era su poseedor.


En los meses siguientes me encerré en mi estudio. Enseñé a hablar a aquella criatura que parecía memorizar cualquier cosa. Le mostré las expresiones humanas. Aprendió a leer y a escribir, y en dos meses comenzó a usar la razón, a preguntar cual infante e incluso a buscar sus propias respuestas. Había llegado el momento de mostrarle el mundo exterior.


Recuerdo aquel trece de diciembre. La gente se mostraba alegré, y se podía entrever el absurdo espíritu navideño que yo tanto detestaba. Maquillé a mi criatura y la vestí, pues debía darle un aspecto humano. Cosa que no era, era una piedra dotada de movimiento e inteligencia, pero no era humano. Y eso fue lo que más me hizo sufrir en aquel periodo en el cual pude mantenerlo a mi lado, disfrutando la compañía que me proporcionaba. Pues durante mi larga vida me dediqué a alejarme de los que me amaban, de los que me soportaban, e incluso, de los que me odiaban. Pero eso es algo, que deberé contar más adelante, o quizá nunca…


El contempló el mundo con sus ojos, con aquellos ojos sin vida. Pudo ver como las personas se relacionaban entre si, como compartían gestos, caricias, y palabras igual que nosotros lo hacíamos. No tardo mucho en hacerme ver su deseo de ser participe de aquello y a la primera salida se sumaron incontables más. En las cuales mejoró su vocabulario y su expresión para comenzar a relacionarse con otros seres. Los cuales no tardaban en mostrar su desconfianza. Sus ojos carentes de luz en parte lo delataban, las personas se alejaban de él con prisa, y allí quedábamos ambos, yo sonriente, y el profundamente decepcionado.


Tras aquellas lamentables primeras experiencias, mi criatura pareció aislarse en si misma, comenzó a sufrir periodos de silencios, en los que miraba al vacío. Me miraba fijamente sin darme ninguna señal de que sentía mi presencia o si en realidad me miraba a mí. Como envidiaba en aquel entonces no poder ver cos sus ojos.
Creo que fue en aquellos tempranos momentos cuándo se dio cuenta de que en realidad no me necesitaba. No necesitaba compañía, ni vivir en sociedad y su sustento era simplemente el conocimiento del saber.

miércoles, 2 de junio de 2010

Crónicas de Eleriem. Capitulo 1 (Destr)


En la oscura noche de la arcana fiesta de la Ascensión, dos criaturas se buscaban en las sombras del Bosque Quemado. Los dos armados. Los dos alerta. Acechándose el uno al otro. Buscándose. Ambos con la misma intención.

No ser la presa.

El Bosque Quemado hacia honor a su nombre. El suelo parecía ceniza, no había plantas en el y los árboles eran de corteza negra, como calcinada. El único verde visible era, según la especie, el de las minúsculas hojas de los árboles o el de las largas y afiladas espinas. Pero era un verde apagado, oscuro, que no aliviaba la atmósfera de muerte que se respiraba en el lugar.
La culpa era de los dragones que vivían en la montaña que dominaba el bosque. A pesar de que aquellas criaturas eran cada vez menos, seguían luchando entre ellas. El resultado era aquel bosque adaptado perfectamente al fuego.
Un crujido hizo que la muchacha se girara con el arco preparado.
Una muchacha maestra del arco vestida con plumas pardas por La Tribu del Águila y un muchacho maestro de la espada vestido con pieles negras por la Tribu del Lobo.
Bajo la mascara ceremonial el sudor se condensaba, el pelo y el traje se pegaban a la piel húmeda. El silencio del bosque solo era roto por el sonido de su respiración agitada por la adrenalina. El miedo corriendo por sus venas, su corazón galopando, sin saber si encontraría a El Lobo o si los Espíritus del bosque o los dragones decidirían romper la tregua sagrada de aquel día.

Puede que fuera el mayor honor al que se pudiera aspirar, pero no era una situación agradable.

Al oír pasos tras ella El Águila se subió a uno de los carbonizados árboles. Coloco una flecha en la cuerda y tenso el arco.
Pero no era El Lobo.

Se trataba de un hombre que debía rozar la treintena, de piel curtida por los elementos, barba de varios días, ojos claros y pelo oscuro, largo y enmarañado. Llevaba pantalones de montar, botas de viaje y una cazadora de cuero vieja, con una espada a la cintura. Que toda sus ropas fueran de color negro debía de tener algún significado, pero El Águila lo desconocía. Solo sabia que los dos únicos humanos a los que se les permitía entrar en el Bosque Quemado la noche de la Ascensión eran los dos elegidos. Fuera quien fuera aquel hombre, debía morir. El arco silbo, la flecha voló... Y El Águila no pudo reprimir una exclamación de sorpresa.

El hombre había atrapado la flecha con las manos desnudas.

La muchacha que había bajo el traje ceremonial sintió miedo cuando el hombre la miro directamente a los ojos a través de la mascara.

-Detrás de ti.

Instintivamente, El Águila se giro a tiempo para ver a El Lobo abalanzarse sobre ella desde otra rama. Su mano fue automáticamente al carcaj y cogió una flecha, pero no fue lo suficientemente rápida. El frió acero le atravesó las entrañas. La sangre acudió a su garganta y escapo por sus labios, manchando la mascara ceremonial. Haciendo un gran esfuerzo, clavo la flecha a través de una de las rendijas de la mascara de su enemigo. Un grito desgarrador resonó en el Bosque Quemado.

En aquella noche de la Ascensión, El Águila venció a El Lobo.

Los dos cayeron al suelo ceniciento, que se tiño del rojo escarlata de la sangre. El hombre se acerco a ella y le quito la mascara liberando su cabello negro azabache y su rostro pálido por la herida. La vista de El Águila se nublo, y lo ultimo que vio fue al hombre agachado junto al que había encarnado a El lobo, comprobando si estaba vivo. Antes de que la engulleran las sombras, pudo oír perfectamente la voz grabe, aterciopelada pero malhumorada del hombre al darse cuenta de que el muchacho estaba muerto.

-Estos de las tribus de los bosques son unos bestias.

El viajero se levanto, y apunto estuvo a dejar allí a la joven y permitir que se desangrara. Al fin y al cavo, ni la conocía, ni la había obligado a pelearse con el otro chico.

Pero pensándolo mejor, y ya que tenia que ir al poblacho de la muchacha, mejor ser bien recibido. Así que la cogió y se la echo al hombro. La verdad, para el caso le daba igual entregar un herido que un cadáver. Total, el esfuerzo iba a ser el mismo.
Y con la muchacha que había sido El Águila al hombro cual saco de patatas, volvió a ponerse a caminar para atravesar el Bosque Quemado cuanto antes.

Notaba que le estaban observando. A pesar de su rareza, aquel bosque, como todos los bosques, tenia un corazón mágico. A veces veía un duende por el rabillo del ojo, y sabia que los espíritus de los árboles le observaban. De igual modo, sabia que no le atacarían. Al igual que el les percibía, ellos le percibían a el. Y si a pesar de eso, se atrevían a intentar atacarle... bueno, le servirían para divertirse un poco.
Después de atravesar el bosque, y tal como había supuesto, llego a una aldea típica de las tribus de los bosques. Casuchas de madera y arcilla con techos de paja y hierva, y forradas por dentro con pieles de animales. Se formo un gran revuelo cuando llego con la moribunda al hombro.

Gritos de alegría por parte de los Hombres Sabios, que durante diez años liderarían el consejo. Sollozos y llantos de angustia por parte de los cazadores, de los familiares, y de todos aquellos a los que el consejo no les importaba lo mas mínimo.
Se llevaron a la muchacha en medio de toda aquella algarabía de llantos gritos y sollozos.

Patético.

A el le llevaron ante el jefe de la aldeucha. El discurso fue el típico en aquellas situaciones. Gracias por devolvernos a la joven, bla bla bla, quédate unos días, bla bla bla, banquetes en tu honor, bla bla bla, eternamente agradecidos, bla bla bla...
Casi se duerme de aburrimiento. Solo al final pudo decir algo.

-Por favor, señor viajero, díganos su nombre para que podamos inscribirlo en la Gran Roca y honrarle así hasta que los dioses deseen ponerle fin al mundo. – pidió el jefe de la aldea

Varias contestaciones pasaron por la cabeza del viajero, incluyendo “bueno, hasta el fin del mundo o hasta que se rompa o se erosione la roca esa...” Pero dado que iba a tener que quedarse unos días para reunirse con Gro, y ese tipo de comentarios solo servirían para hacer mas incomoda su estancia, se los trago y se limito a dar su nombre.

-Jason. Me llamo Jason.

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Tres días.

Tres días llevaba Jason en aquel pueblucho, recibiendo alabanzas, sufriendo el acoso de aquella tribu inculta y salvaje.
Si Gro no llegaba pronto, en aquella aldea iba a haber una masacre. Y el asesino iba a ser el propio Jason.
Logro que le dejaran en paz diciéndoles que iba a darse un baño. Al no quedarle otro remedio, se fue al rió, se desnudo y se metió en el agua. Para su sorpresa estaba caliente. Miro corriente arriba. El rió nacía de la montaña de los dragones ¿tendría algo que ver?
Suspiro y apoyo la espalda contra una roca para que la corriente no le arrastrara. No tardo mucho en relajarse.
Se estaba bien allí, solo, calientito, con el sonido de la corriente y algún que otro pajarillo insoportable... Treinta segundos después abrió los ojos y miro en dirección a la aldea.

-Joder Gro, que oportuno eres... – gruño.

Salió del rió y se vistió sin ni tan siquiera vestirse. No tardo en ver una forma humaniforme con alas sobrevolando el pueblucho.

-Mierda Gro, espera que la lías – mascullo Jason echando a correr.

Apresar de su velocidad, reflejos y agilidad no llego a tiempo. Apenas había pasado las primeras cabañas, por llamarlas algo, cuando oyó gritos, señas de que Gro había aterrizado. Por un momento se planteo el quedarse allí o dar media vuelta y esperar a que se dejasen de oír los gritos de “¡Un monstruo!” “¡Se comerá a nuestros hijos!” “¡Matadle!” y similares.
Pero no podía ser, Gro era una de sus principales fuentes de ingresos, así que siguió corriendo. Sabiendo lo que iba a ocurrir, saco una daga de su bota.
Como había supuesto, tuvo que utilizarla apenas llego a la “plaza”, por llamar de alguna manera al vació de edificaciones que había en mitad de la aldea. Corto la cuerda de un par de arcos que iban a disparar sendas flechas envenenadas a Gro. El resto de la tribu bajo las armas confundidos.
Para ellos, lo que había en medio de la plaza era un monstruo, y no era de extrañar.

Quitando el echo de que Gro media tres metros y medio, que su piel su piel fuera blanca como la de un muerto, sus ojos rojos tuvieran una pupila vertical como la de un gato, que tuviera unos colmillos de unos quince centímetros de longitud al igual que las garras que tenia por manos y pies, y que lo que parecía un manto de plumas negro, pero en realidad eran sus alas plegadas, tuviera un brillo iridiscente, lo único raro que tenia era que las zarpas que tenia le llegaban a las rodillas y las botas de metal que llevaba, que le llegaban hasta media pantorrilla pero tenían una abertura al frente para que las garras sobresaliesen y el estuviera cómodo. Eso y que además cubría su cuerpo con prendas que parecían de algodón negro.

Pero esa impresión se vino abajo en cuanto se intento esconder detrás de Jason haciendo pucheros y le pregunto:

-¿Pero porque todos los de tu especie reaccionan igual al verme?

A lo cual el humano, girando la cabeza y separando apenas los dedos índice y pulgar respondió:

-Es que impresionas un poquito.

-¿Y porque quedamos aquí? – pregunto Gro aun intentando esconderse inútilmente tras el.

La mano en la que Jason tenia la daga tembló de las ganas reprimidas de apuñalarle.

-Pero si fuiste tu el que decidió que nos viéramos aquí.

-¡Es que tu ibas al sur y yo al norte y quedaba a medio camino!

Un tic nervioso se apodero del ojo izquierdo del humano.

-¡¿Y entonces de que te quejas?!

-Jo...no me grites...

-¡¿Qué no te grite?! ¡¿Qué no te grite?! ¡Te mereces que te...!

Pero lo que Gro se merecía quedo en un enigma ya que el jefe de la aldea se adelanto e interrumpió aquella desconcertante conversación, al menos para ellos.

-Disculpe, oh gran héroe ¿Hemos de deducir que esta... criatura es vuestro aprendiz?

-¡Que va! – negó Gro alegremente - ¡Si somos amig...!

-Es mi jubilación – le interrumpió Jason.

-¡Que cruel eres! – se quejo Gro volviendo a hacer pucheros

-Ya sabes que no te mato solo porque tus plumas valen un pastizal cada una, y manteniéndote vivo tengo un suministro ilimitado de ellas.

-Por lo menos eres mas sensato que el resto de tu especie – mascullo el “monstruo”

-¿Y... cual es el nombre de... eh... esta criatura? – pregunto vacilante el jefe de la aldea.

-Soy un habitante de las Montañas de los Abismos, un panverlatien, como decís los humanos – sonrió Gro – Y mi nombre completo es Gromhstm´gransd-geaimdgar .

-Pero como es impronunciable, yo le llamo Gro. – añadió Jason ante la cara de los aldeanos – Y ahora que ha llegado voy a preparar mis cosas para irme.

-¿no me vas a dejar descansar ni un poquito? – protesto el panverlatien haciendo pucheros por enésima vez.

-Tienes hasta que yo me termine de preparar – tercio Jason echando a caminar hacia la cabaña donde tenia sus cosas.

Gro sonrió, se sentó cara al sol y extendió sus alas como si intentase absorber todos los rayos de sol posibles. Sus plumas, sin dejar de ser negras, adoptaron un brillo verde, como la hierva bien regada y con suficiente sol, pero metálico.

Los aldeanos observaron a la criatura que se había sentado en mitad de la plaza a tomar el sol y que parecía ¿feliz? Era difícil interpretar las expresiones de aquella criatura mezcla de humano, pájaro y con algún detalle que recordaba a los reptiles, aunque sin tener una sola escama visible. Pero si, se podía afirmar que la forma en que sus ojos se habían cerrado y la forma en que enseñaba los dientes de aspecto peligroso formaba una sonrisa bobalicona del que esta feliz y en paz. Al menos no parecía amenazante ni mucho menos.

Uno de los niños de la tribu se acerco con curiosidad al panverlatien y quedo enfrente de el, observándole. Gro ni se inmuto, pareció no darse cuenta. El pequeño se puso de puntillas y extendió su pequeña mano intentando tocar las alas de aquella criatura tan extraña. Dos ojos rojos de pupila felina se abrieron para fijarse en el niño, minúsculo en comparación con la criatura. Un grito de angustia salió de la garganta de su madre.
Pero Gro sonrió, si inclino hacia delante y extendió las alas hacia el pequeño para que tocara sin miedo.

-Veo que si algo une a nuestras especies es la curiosidad de nuestros niños – dijo amablemente a nadie en particular.

El niño metió las manos entre las suaves, brillantes y cálidas plumas. El pequeño humano sonrió moviendo un poco los dedos. Era como su madre llenaba la tinaja del agua caliente del rió Dranamand y el se metía dentro. Era la misma sensación, pero como si además el agua se hubiera vuelto roca. Una de esas rocas brillantes y pulidas después de que los Maestros Artesanos de las leyendas las trabajasen. Pero las plumas también eran flexibles y ligeras, como la capa de la princesa que domo a los dragones, cuyo tejido era tan fino que era transparente.

El niño alzo la mirada hacia el rostro de la enorme criatura.

-Me gusta – sonrió.

Gro se irguió sonriendo también, se quito dos plumas que adquirieron reflejos dorados, como si fueran piedras de ónice veteadas de oro, y se las engancho al niño en el pelo con cuidado para no hacerle daño con sus garras.

-¡que bonitas! – exclamo el pequeño.

-Gracias. Pero son solo así de bonitas porque te las regalo, si me las quitasen perderían gran parte de su brillo y color – explico el panverlatien

El niño asintió y regreso corriendo a los brazos de su madre con una mano protegiendo las plumas. Gro volvió a estirar sus alas hacia el sol y a cerrar los ojos, aunque un escalofrió le recorrió la espalda al pensar lo que le haría Jason si se enteraba de que había regalado dos de sus plumas.

La muchacha que había sido El Águila entreabrió los ojos. Estaba en la Casa de Curación. Se incorporo llevándose una mano al estomago, donde le había herido El Lobo.

-Tranquila Brisa. Debes descansar. – susurro la Maestra Curandera.

Brisa, que encarno a El Águila el día de la Ascensión, giro la cabeza y sus ojos oscuros se fijaron en una mujer de pelo entrecano y arrugas marcadas que estaba machacando unas hiervas, tal vez para un ungüento o una poción.

-¿Cómo he llegado aquí, Maestra?

-Un héroe viajero te devolvió a nosotros después de que derrotaras a El Lobo.

La muchacha se levanto, enfadada. El hombre había entrado en el lugar mas sagrado el día mas sagrado... Y le llamaban héroe. Le llamaban héroe cuando deberían matarle. Trato de salir de la Casa de Curación, pero la Maestra le detuvo.

-Brisa, estas herida. Vuelve a acostarte, debes descansar.

La muchacha tembló de ira. Ella era una guerrera, debería haber muerto en el Bosque Quemado, no haber sido salvada por un extranjero que había insultado sus costumbres, sus creencias. Apretó los dientes al ver al viajero pasar por delante de la Casa de Curación, preparado para partir inmediatamente. Aparto a la Maestra y fue tras el.

Brisa quiso golpearle, pero el simplemente se hizo a un lado con un movimiento elegante y su puño se perdió en el aire, ella se desequilibro y callo al barro.

-Valla, sigues viva – comento James con una mezcla de sorpresa e indiferencia. – Serás una buena guerrera cuando crezcas.

Y se marcho. Brisa se incorporo y le miro con odio mientras el se alejaba sin darse la vuelta.

Le mataría. Por los Grandes Espíritus que algún día le mataría.


Gro abrió los ojos al sentir como su amigo Jason se acercaba. Vale, puede que el humano insistiese en que su relación era puramente económica, pero el panverlatien estaba firmemente convencido de que en el fondo le apreciaba y le consideraba un verdadero amigo.

Muy en el fondo.

Se levanto y plegó las alas a su espalda, de modo que volvieron a adoptar el aspecto de un manto de plumas de brillo iridiscente. Odiaba caminar, pero hacia mucho que se había separado de su compañero de aventuras y quería charlar con el durante el viaje. Y los humanos no volaban. Así que, por mucho que prefiriese surcar los aires, que era en su opinión el único modo decente que tenían los de su especie de desplazarse, caminaría en el suelo para hablar con Jason y hacerle compañía.
Además, el invierno se acercaba, y aunque sabia que su amigo era un hombre de recursos excepcionales, también sabia lo frágiles que eran los humanos ante el frió o el calor, y por muy extraordinario que fuese, temía que se muriese de frió al anochecer. Por eso, cuando ya estuviese dormido, tenia planeado taparle con sus cálidas alas. Seguro que así no le pasaba nada.

Le sonrió cuando estuvo a su lado , a pesar de que se sorprendía de que no hubiera conseguido un caballo para viajar mas deprisa. Instintivamente volvió sus zancadas mas pequeñas. Sabia que James podía ser mas rápido que el si se lo proponía, y que era un hombre muy peligroso, pero es que era tan pequeño y tenia unas piernas tan cortas... No sabia porque todos los humanos, por muy poderosos que fueran en el arte de la guerra o de la magia, le inspiraban ese instinto de protección.
Salieron del pueblo y se dirigieron a la montaña de los dragones. Tenían que pasar por debajo para dirigirse a donde Jason quería ir, aunque el panverlatien no tenia ni idea de a donde podían estar yendo. Durante el viaje, Gro le lanzaba miradas al humano que caminaba a su lado e intentaba iniciar una conversación, pero Jason estaba perdido en sus pensamientos y le ignoraba. Finalmente se adelanto, se dio la vuelta para quedar frente a él e hinco una rodilla para que sus ojos quedaran a la altura de su rostro. Apoyo una de sus enormes zarpas en el hombro de su amigo.

-Jason... estas preocupado ¿Piensas contarme que ocurre o me vas a dejar en la ignorancia como siempre?

-He recibido una carta de los Jefes Aventureros. Se reclama mi presencia y no me han querido decir porque. – Jason hablo con brusquedad y dureza, para después quitarse la enorme y pesada “mano” del panverlatien del hombro y seguir caminando tras esquivarle.

Gro suspiro. Conocía lo suficiente a su compañero para saber que ahora necesitaba pensar, aunque nunca lo admitiría. Así que desplegó las alas y voló bajo, siempre con la vista fija en el humano, sabiendo que algo grabe debía ocurrir para que Jason estuviera tan preocupado. Pero, de momento, solo podía observar y esperar a que pronto surgiera la ocasión de que pudiera ayudarle.

Al anochecer Jason se preparo para acampar, y se sorprendió de que Gro decidiera bajar con el para ayudarle.

Normalmente la criatura dormía colgado bocabajo de los árboles cual murciélago. Pero no le dijo nada, tal vez los panverlatien en invierno durmieran en el suelo por la falta de hojas en los árboles que les resguardaran del fuerte viento que habitualmente soplaba en las Montañas de los Abismos, llamadas así por los humanos por estar rodeadas de acantilados sin fondo prácticamente infranqueables. Eran como los fosos de un castillo.
Solo las criaturas con alas podían ir y venir entre las montañas y pasar los acantilados. Y la única manera de cruzar para un humano, era con la ayuda de un panverlatien, un dragón o un grifo. Aunque estaban tan al norte que no muchos se atrevían a intentarlo.
Jason saco algo de comida para el y bastante mas para su acompañante. Normalmente le mandarria a cazarse su propia comida, ya que era perfectamente capaz, pero no tenia ganas de escucharle.

Se quito la negra camiseta de viaje, revelando así el tatuaje del lobo que tenia en la espalda, lo que le identificaba como un Aventurero Cazador. Es decir, el era uno de los Aventureros que se encargaban de atrapar a ladrones, asesino, estafadores y demás calaña. Aunque de vez en cuando encontraba algún hechicero o guerrero que le ponía las cosas un poco difíciles.

Las cinco gemas que brillaban en el collar del lobo indicaban que había dominado las cinco magias que se podían aprender en un orden indistinto: Aire, Fuego, Tierra, Agua y Espíritu. En cuanto a las huellas del lobo en la arena, cada una representaba las distintas habilidades guerreras que poseía. Cuerpo, la mas fundamental, Armas, para la cual se debía aprender a manejar el arco, la espada, la lanza y el hacha, Sentidos, para la cual se necesitaba ser capaz de vencer a diez enemigos armados con los ojos vendados, la nariz tapada y los oídos bloqueados, Valor, la prueba de la que ninguno sabia de que se trataba, porque a cada uno tenia una distinta en la que se tenia que enfrentar a sus miedos, e Inteligencia, en la que se tenia que demostrar las habilidades tácticas y lógicas que se poseían.
Bastaba con tener tatuado con el lobo una de las gemas, o una de las huellas para ser considerado todo un Aventurero. Principiante, pero Aventurero al fin y al cavo. Desde ese momento se podía decidir que clase de Aventurero se quería ser.
De menor a mayor necesidad de habilidades, y por tanto de rango, estaban los Aventureros Viajeros, que simplemente se dedicaban a cartografiar el mundo, buscar especies nuevas de plantas, animales y criaturas y catalogarlas, y aprender idiomas nuevos. Los Aventureros Magos, que eran los encargados de lidiar con las criaturas mágicas y resolver los conjuros mal hechos y toda clase de entuertos mágicos. Los Aventureros Generales, que se encargaban de liderar los ejércitos del reino contra los invasores, Los Aventureros Cazadores, encargados de atrapar a los que incumplían las leyes, ya fueran campesinos, nobles, guerreros, magos, u otros Aventureros. Incluso criaturas catalogadas como racionales como los elfos, los centauros, los habitantes de las aguas, los panverlatien y un largo etc. Y por ultimo, estaban los Jefes Aventureros. Eran algo así como el alto mando de los Aventureros, encargados de coordinarlos a todos, indicar que Aventurero era el adecuado para cada tipo de trabajo, además de jueces, consejeros, y en algunos casos, oráculos de los dioses.

A Jason le habían propuesto muchas veces como candidato a Jefe Aventurero, pero el prefería quedarse como Cazador. Al fin y al cavo, así podía viajar y divertirse enfrentándose a gente similar a el y al mismo tiempo perfeccionar sus habilidades. Porque los Jefes Aventureros nunca salían de la sede a no ser que fuera una emergencia, y se pasaban el día intentando ser imparciales en juicios estúpidos, catalogando informes, enviando ordenes... pero de acción y diversión nada. Mejor se quedaba como estaba.

Mientras Gro devoraba la comida que le había dado con tanto ruido que parecía que estuviera comiendo el triple, saco un par de mantas y se acomodo contra una roca. Sus ojos, azules, grises o verdes según la incidencia de la luz, y que en ese momento eran casi añiles, se fijaron en el cielo, en el cual comenzaban a aparecer las estrellas. La luna estaba menguante.

-Oye, Jason... – llamo Gro después de terminarse la comida – Nunca me has contado como te hiciste esa cicatriz. – dijo refiriéndose a la cicatriz que tenia en la espalda, y que desfiguraba el ojo del lobo que tenia tatuado.

Jason no respondió, y el panverlatien se callo sabiendo que no lograría sacarle nada, y que si no le había amenazado con asesinarle o cortarle las alas, significaba que no había que tocar el tema.

-Buenas noches, Gro. – dijo tras un buen rato, cuando el ultimo rayo de sol desapareció.

Gro espero a que la respiración del humano se repentizara y acompasada para acercarse a el, recostarse en la misma roca y tapar todo su cuerpo con una de sus inmensas alas. Miro al cielo, sabiendo que si no se ponía bocabajo no lograría dormir, y que se dirigían a Anmren-la, también conocida como la ciudad de los Aventureros, por ser el lugar donde estaba la sede de la organización, donde se entrenaban y educaba a niños y adolescentes de ambos sexos para ser Aventureros, y donde se superaban las pruebas. Además de ser donde vivían los Jefes Aventureros. Les quedaban al menos tres días de viaje, aunque el hubiera podido hacerlo solo en unas horas de haber ido por el aire. Pero no le gustaba separarse de su amigo Jason.

Se estiro y trato de acomodarse inútilmente, mientras sus ojos rojos observaban como la luna se alzaba en la noche estrellada, derramando su luz de plata sobre las hojas caídas en una lucha contra el tiempo que no podían vencer.
Pudo ver como el manto negro y oscuro de las nubes devoraba las estrellas poco a poco, amenazando a tormenta, y como se tiño de rojo al amanecer, como una copa desbordada de sangre.
Se sintió inquieto. Según los que decían saber interpretar las nubes, aquello significaba que por la noche se había derramado gran cantidad de sangre.