miércoles, 17 de noviembre de 2010

Crónicas de Eleriem. Capitulo 2


CAPITULO 2



Gro había logrado adormilarse al calor del sol, pero se levantó de golpe al sentir un agudo dolor en el ala con la que tapaba al humano que el creía dormido. Había sido el propio Jason el que le había arrancado un buen puñado de plumas para quitárselo de encima. El panverlatien se llevó el ala dañada al pecho y se la abrazó. El Aventurero se levantó y guardó las plumas negras como carbones con algún débil intento de destello plateado en su mochila.

—Me has hecho daño... —se quejó.

—No haberte echado encima de mí. —fue la escueta respuesta de Jason poniéndose la camiseta que había utilizado a modo de almohada y guardándolo todo con rapidez.

—Pero es que no quería que cogieras frió... ¿No vamos a desayunar?

—No.

Tengo un mal presentimiento.
No lo dijo, solo calló, se preparó y volvió a ponerse en camino sin pararse a mirar si su acompañante hacia lo mismo.

Al principio caminaba, pero después echó a correr. Gro tuvo que alzar el vuelo para localizarle. Ni si quiera por el aire era capaz de alcanzarle, pero al menos no le perdería. El humano cada vez le preocupaba más.
Le vio llegar al medio día al siguiente poblado, al otro lado de la montaña de los dragones.
En su calidad de Aventurero, exigió un caballo que le fue dado al instante. Lo montó y le forzó a ir a todo galope.

Algo le decía a Jason que debía estar en la sede. Sabía que alcanzaría mayores velocidades corriendo que sobre un caballo, pero el animal era mucho más resistente que él. Al fin y al cavo, por muy Aventurero que fuera, no dejaba de ser un ser humano. Y tenía la sensación de que iba a necesitar todas sus energías.
Al anochecer pudo ver una columna de humo alzarse hacia el cielo. Anmren-la ardía. Clavó con más insistencia los talones en el pobre animal para que corriera mas deprisa.
Finalmente se detuvo en lo alto de una de las cinco colinas que rodeaban la ciudad, y que se suponían que representaban los cinco tipos de magia.
El rostro sudoroso pero sereno de Jason fue iluminado por el resplandor rojizo de las llamas que devoraban toda la ciudad. Las murallas de mármol y oro habían sido derribadas, y todo estaba arrasado. El Aventurero observó la tierra manchada de sangre, los cadáveres de Aventureros y humanos con desconocido uniforme, además de los campesinos, comerciantes y demás población “normal” de la ciudad.

Allí, obviamente, había habido una batalla campal.

Las torres habían sido derribadas, y los restos de los edificios solo podían evocar el esplendor que había tenido aquella ciudad hacia tan solo unos días, al igual que los cadáveres solo podían evocar vagamente la fuerza de los seres que habían sido. Y la batalla había sido la noche anterior. Había estado tan cerca, y sin embargo no podía haber llegado a tiempo de ninguna manera.
Gro se posó a su lado. Así, con el Aventurero subido a aquel animal, solo tenía que agacharse un poco para quedar a su altura.

—Jason... ¿estás bien? —se atrevió a susurrar sin saber si abrazarle o no. Tenía entendido que los humanos cuando se sentían mal se abrazaban para consolarse pero... el no era humano y su amigo no era precisamente la versión más corriente de su especie.

—Estaría mejor sin este olor a barbacoa.

Le dio un pequeño toque al caballo con los talones y el animal empezó a caminar hacia la ciudad. Ya no había ninguna prisa.
El panverlatien le siguió con cautela.

—Pero Jason... ¿Cómo puedes estar así? Tú te criaste aquí... —murmuró al pasar las murallas y ver aquel horror en todo su macabro y sombrío esplendor.

—Lo único que podemos hacer ahora es ver si hay algún superviviente y averiguar que ha pasado aquí. —el humano no parecía lo más mínimamente alterado.

A lo lejos, en el centro de la ciudad, aún se veía el enorme edificio que era, o mejor dicho, que había sido la sede de los Aventureros. Se alzaba sombrío, negro, majestuoso en mitad de aquel infierno. El fuego lamía sus frías y magníficamente talladas paredes, sin lograr ni si quiera calentarlos. Jason se dirigió allí. Si había supervivientes, debían haberse refugiado en ese lugar.
Gro caminaba tras él, observando cada detalle con pena. Sus ojos rojos se clavaron en la nuca del Aventurero, sin saber la expresión que tenía en ese momento. Tampoco le hacia falta. A pesar de su postura relajada, sujetaba las riendas con demasiada fuerza. Si no estaba dolido, ni derrumbado, ni apesadumbrado, por lo menos debía estar indignado o furioso. Y eso era solo lo que mostraba en aquel minúsculo detalle, así que no quería pensar que guardaría dentro de si.

Normalmente, Jason hubiese entrado a caballo en el edificio. Pero aquella no era una ocasión normal. Así que, por una vez respeto la tradición, dejo el caballo en las cuadras e inclinó la cabeza frente a las estatuas de los Dioses que guardaban la entrada antes de subir las escaleras y penetrar en el edificio.

—Pensaba que no creías en los Dioses... —no pudo evitar comentar Gro sorprendido.

—Yo no. Los muertos sí.

El panverlatien se fijó en el rostro sereno pero sombrío de su amigo. Daba igual desde cuando le conociera, siempre descubría un nuevo matiz de su personalidad que le desconcertaba, sorprendía y cambiaba ligeramente el sentido de todos sus actos anteriores.
Siguió a Jason, como había estado haciendo desde que entraron en la ciudad. Él sabía donde iba.
Y al parecer, por como la decoración pasaba de ser solemne e impresionante, como en un templo, a sencilla y alegre, iba a ver como estaban las futuras generaciones de Aventureros. El silencio era opresivo, solo roto por el sonido de las pesadas botas de Gro al posarse en el suelo. Los dos quedaron ante una puerta de madera maciza y oscura, adornada con plumas de panverlatien con cálidos destellos rosados y anaranjados, que estos habían entregado sin que nadie se lo pidiese, como muestra de buena voluntad para con los humanos. Había sido un error, aquello solo había servido para despertar la codicia de muchos.

El Aventurero avanzó y abrió la puerta. Lo que vieron hizo que Gro extendiera las alas con las plumas encrespadas, las zarpas cerradas con fuerza y enseñando los colmillos, completamente indignado.

—Desalmados... ¡Solo eran unos niños!

Jason cerró de nuevo la puerta. No habría una nueva generación de Aventureros, habían asesinado y descuartizado a todos los infantes y adolescentes aspirantes. Ahora la decoración alegre parecía insultante, burlona, siniestra. Jason se giró y siguió caminando.

—¡Jason! —le llamó el panverlatien con rabia contenida — ¿se puede saber que te pasa? ¿Es qué no tienes sentimientos?

—No es la primera vez que estamos juntos en un campo de batalla, y no creo estar comportándome de forma distinta. —contestó el humano con calma.

—¡Pero eso es distinto! ¡Entonces eran desconocidos! ¡Pero estos son tu gente! ¡Esta era tu ciudad! ¡Naciste aquí! ¡Creciste aquí! ¡Conocías a muchos de los que han muerto! ¿Eso no significa nada para ti? —Gro empezaba a asustarse del comportamiento de su supuesto amigo. Porque si realmente aquello no le removía los sentimientos ni lo más mínimo, más le valía salir corriendo, porque entonces lo que tenía ante él y le daba la espalda no sería un humano, sería un autentico demonio sin corazón.

Retrocedió cuando Jason le miró solo girando la cabeza, por encima del hombro. Para cualquier criatura no notaria nada distinto en él, solo sería un hombre con el rostro sereno. Pero para aquellos con una sensibilidad especial, o con la capacidad de ver la magia, como los panverlatien, verían el rostro y el cuerpo de Jason desfigurado por el poder que emanaba de repente.

—Sí, claro que significa algo. Por eso matare con mis propias manos a quien sea que haya hecho esto. Pero ahora, hay que buscar supervivientes.  —no dijo nada más, volvió a mirar al frente y continuó caminando.

Gro tragó saliva y plegó lentamente las alas a su espalda. Una vez más, le asaltó la certeza de no estar ante un humano corriente, ni si quiera ante un Aventurero corriente. Pero por primera vez, se pregunto si Jason sería realmente una criatura terrenal y no algún tipo de espíritu o dios encarnado. Le siguió a una distancia prudencial, aunque poco a poco su poder fue calmándose. O tal vez sería más correcto decir ocultándose.
Volvieron a la entrada del edificio y tomaron otro pasillo. Tras caminar unos interminables y opresivamente silenciosos minutos, atravesaron otra puerta de madera maciza adornada con plumas de panverlatien de destellos dorados y plateados. La diferencia era que esa puerta era mucho mas grande, estaba mucho mas trabajada, esculpida con imágenes de hombres, dragones, elfos, centauros, panverlatien, enanos y un sin fin más de criaturas.

—La Cámara de los Aventureros... —murmuró Gro sorprendido antes de entrar. — Nunca pensé que podría verla por dentro...

La Cámara de los aventureros era el lugar donde se guardaban todos informes, leyendas y todo tipo de documentos que habían atesorado los Aventureros a lo largo de los siglos, incluyendo libros de magia prohibida. Era el corazón de la sede, el lugar con más protecciones, tanto mágicas como no mágicas. Solo aquellos a los que un Aventurero permitiera el paso podrían pasar sin daño alguno.

—Dioses... —fue todo lo que pudo susurrar el panverlatien.

La Cámara estaba compuesta de una habitación circular, con hermosas columnas negras que sostenían una cúpula de cristal tallando e incrustado en finas líneas de oro que la sostenían. En las paredes, normalmente había cajones de colores oscuros que contenían toda aquella valiosa información, y normalmente, una alfombra tejida con plumas de panverlatien, cabello de elfos y escamas de dragón, todo entregado por propia voluntad, adornaba el suelo. Normalmente, era una imagen de impresionante belleza.

Normalmente.

Ahora todo estaba bañando en sangre, los cajones estaban descolocados, la alfombra rota y quemada, la cúpula destrozada, las columnas agrietadas. Y los cadáveres de los Jefes Aventureros estaban apilados en el centro. Gro miró a su alrededor. Sangre. Muerte. Destrucción. Ese era el macabro espectáculo que había en todos lados. Cerró los ojos con fuerza y agacho la cabeza. No podía haber supervivientes.
Jason se acercó a la pila de cuerpos, observándola fijamente. Con serenidad se agachó y apoyó una mano en una mancha de sangre. Un cuerpo se había escapado del pilo. Por el rastro, un hombre que había sido robusto en su juventud, pero que ya era anciano. Era difícil seguir las pistas entre la confusión de huellas, manchas de sangre y papeles desperdigados. Pero por algo era el mejor Cazador. Siguió el rastro.

Las confusas manchas de sangre indicaban que el posible superviviente estaba mal herido, y que se había arrastrado intentando ponerse a salvo. Había bordeado una de las columnas y había esperado unos instantes allí, posiblemente para recuperar el aliento, o para que no le encontraran. Luego continúo su camino arrastrándose erráticamente, hasta llegar a un hueco que habían dejado unos cuantos cajones arrancados de la pared. Allí encontró al moribundo. Era el más anciano de los Jefes Aventureros, considerado extraoficialmente como la cabeza pensante de toda la organización. Y el que había sido uno de los maestros del Cazador. Apretaba un libro negro con incrustaciones de gemas preciosas y oro en la tapa y el lomo.

—Jason... —murmuró el anciano con voz muy débil. Le quedaba poco de vida. Tenía sangre en la frente, en los labios, en la ropa desgarrada. Y le faltaba un brazo, dejando solo tras de si un hombro sangrante. Apenas podía respirar.

Gro abrió los ojos sorprendido y se acercó un poco con curiosidad.

—¿Qué ha pasado? ¿Quién ha hecho esto?

—V-vinieron... de la isla de...  Nardâham... B-buscaban e-el libro... Qu-querían evitar... la profecía... que m-me confiaron... l-los dioses —un intento de risa manchado con sangre salió de los labios moribundos —P-pero... solo han pr-provocado su cumplimiento...

—¿Qué profecía?

—Jason... h-has de reunir... a los... humanos... elfos... enanos... pan-panverlatien...centauros... l-los habitantes...de las ag-aguas... v-vampiros...de... Eleriem... Al menos... tres... de cada especie... más...un dragón...y todo aquel...que desee...unirse a vosotros... y...enfrentarte a aquellos... q-que desean... el libro... q-que... no... Caiga en... malas manos...

El Cazador cogió el libro que el anciano trataba de entregarle, y permitió que le colocara un colgante extraño al cuello, aunque apenas pudo.

—T-tú... c-con tu... escepticismo... eres é-él... Elegido... de los D-Dioses... C-cumple tu... destino.

—Así lo haré, maestro. —susurró Jason con excepcional sumisión y respeto.

El moribundo sonrió débilmente y cerró los ojos. Gro pudo ver perfectamente como la magia del anciano desaparecía. Cerró los ojos de nuevo y agachó la cabeza para dedicarle una oración a los Dioses por él. Sorprendentemente, Jason hizo lo mismo. Pero el panverlatien comprendía porqué, se lo había dicho hacia muy poco. El no creía en los Dioses. Los que habían muerto sí.

El humano se puso en pie y guardó el libro con el resto de sus cosas, para luego darles la espalda a los cadáveres y salir de la habitación. Gro le miró sorprendido durante unos instantes y luego se apresuró a seguirle.

—¿No vamos a enterrarlos? —preguntó la criatura batiendo ligeramente las alas con nerviosismo. —Supongo que querrás buscar más supervivientes...

—No hay supervivientes Gro. —contradijo Jason con calma.

—Bueno... ¿Y por qué has aceptado? Tú no crees en los Dioses... o eso dices.

—Y es cierto. No creo en ellos. Pero es lo mejor que podemos hacer, buscar a todas los pueblos de Eleriem y, amparándome en la profecía, convencerles para formar un gran ejército para atacar la isla de Nardâham.

El panverlatien asintió. Aquel comportamiento ya era más propio de Jason. Salieron de la sede, y el Cazador cerró la puerta de entrada. Gro observó sorprendido como se formaba una esfera brillante en un pequeño hueco que se había formado justo en la separación de las puertas. Aquello era pura magia. Y más se sorprendió cuando Jason metió la mano en el hueco. Casi grito cuando la magia atravesó el cuerpo de su amigo. Ningún humano podía soportar semejante poder.
Quiso cogerlo para apartarlo, pero la magia era tan fuerte que le lanzó a varios metros de distancia. Se levanto y vio angustiado como Jason empezaba a brillar y sus pies se alzaban del suelo. Tenía la cabeza echada hacia atrás y la boca apenas entreabierta. Pero él lo que veía era una enorme acumulación de magia que desfiguraba y ocultaba el cuerpo del Aventurero.

—¡Jason!

Pero para su sorpresa, el humano alzóo la otra mano y la magia salió de sus cinco dedos, alzándose hasta el cielo y luego cada hebra de magia tomo la dirección de las cinco colinas a las que supuestamente correspondían, sobrevolándolas y luego perdiéndose en el horizonte, cada una en su dirección.

Los pies de Jason volvieron lentamente a tomar contacto con el suelo, mientras el edificio que había sido la sede de los Aventureros se derrumbaba sobre si mismo.
Gro se apresuróo a ir a sostener al humano que temblaba de rodillas. Era un milagro que estuviera vivo.

—Jason... estás loco...

—Es una buena tumba... ¿verdad? —susurró el humano poniéndose en pie y apartando al panverlatien.

Gro volvió a mirar el edificio. Solo había quedado en pie la enorme puerta, ahora lisa y gris, como una enorme lapida. El techo y las paredes se habían fragmentado, formando la ilusión de que fuera un montículo de tierra recién removida. Volvió a mirar a la pequeña criatura de rostro siempre sereno en las situaciones peligrosas o dolorosas, que ahora sudaba y jadeaba, mientras que todo su aparentemente frágil cuerpo temblaba aun por la cantidad de energía que acababa de canalizar. Hasta un humano excepcional hubiese muerto antes de lograr intentarlo siquiera. Tal vez Jason si fuera el Elegido de los Dioses. Eso explicaría de donde provenía su poder y resistencia.

—Si... es una buena tumba para los Jefes Aventureros, para los aprendices y para todos los demás.

—No es para ellos.

—¿Entonces para qui...? —Gro se calló al darse cuenta.

Jason podría ser el último Aventurero que existiese.

Se arrodilló a su lado y busco su mirada, pero el humano seguía mirando la enorme tumba. ¿Ahora uno de su especie le abrazaría? Bueno... si los abrazos servían para consolar, a Gro no se le ocurría un mejor momento. Así que rodeo con sumo cuidado el cuerpo de su amigo con sus brazos, pegándole a él,  y luego hizo lo mismo con sus alas, protegiéndole.

—¡Gro! ¡Suéltame ahora mismo o te arranco todas y cada una de tus plumas! —vociferó Jason enfadado.

El panverlatien se apartó apenado ¿Es que había hecho mal? Los humanos eran muy complicados, un mismo gesto podía significar miles de cosas distintas. A lo mejor no debía de haberle abrazado...o quizás es que estaba tan débil por lo que acababa de hacer que le había hecho daño.

—Oye Jason, solo quiero hacer que te sientas mejor... —murmuró inclinando la cabeza hacia el y haciendo un débil puchero.

—Estoy mejor que nunca —terció—. Solo tengo que descansar un poco. Pero como hay prisa, no voy a poder hasta esta noche.

—P-pero Jason... —trato de protestar el panverlatien, pero el humano no se molestó en escucharle, simplemente se fue a buscar un caballo para ir más rápido.

Gro suspiró y alzó el vuelo. Mientras su amigo buscaba una montura, el buscaría mas supervivientes.

No los encontró. Solo vio muerte desde las alturas. Descendió en cuanto Jason le llamó desde las puertas de la ciudad, pero no aterrizó solo se quedó sobrevolándolo. No podía correr tanto como un caballo, y si volaba junto al animal terminaría estrellándose.  Así que espero a que Jason empezara a galopar y tomo la misma dirección que él.

El Cazador cabalgaba ligeramente más inclinado de lo normal, con el ceño fruncido. Empezarían por la Tierra de los Reyes para obtener ayuda de los humanos, después seguirían al norte para encontrarse con los elfos, y aún más al norte estaban las Montañas de los Abismos, hogar de la raza de Gro. Después ya vería como ponerse en contacto con el resto de las especies.

Y tal vez, tuviera suerte y se encontrara con otro Aventurero. Aunque fuera un puñetero Viajero... o solo un aprendiz que estaba de viaje con su maestro... Alguno tendría que haber sobrevivido, un Cazador que estuviera persiguiendo a algún ladrón, un General que estuviera patrullando las fronteras... Era imposible que fuera el último Aventurero.

Meneó levemente la cabeza para dejar de pensar en ello e hincó los talones con más insistencia en el cuerpo del caballo negro que había cogido. Si había algún superviviente, se reunirían con él en cuanto supieran que se estaba preparando para atacar la isla, por lo que no merecía pensar en ello. Y si de verdad era el último... no merecía la pena pensar en ello. Fuera como fuera, tenía mucho que hacer. Y poco tiempo para hacerlo, así que no podía perderlo pensando en estupideces.

Mejor planeaba como demonios convencer a los siempre suspicaces reyes de que se unieran a él. Y como iba a lograr localizar a los siempre escurridizos elfos... Al menos para el tema de los panverlatien contaba con Gro... Aunque estaba convencido que por el camino encontraría a algún centauro, y posiblemente también a algún minotauro para que corrieran la voz. El porque centauros y minotauros solían viajar juntos era un autentico misterio, al menos para los humanos. Quizás es que se sentían mas cómodos con criaturas a medio camino entre las bestias y los humanos como ellos que con otro tipo de criaturas. De todos modos no iba a quejarse si recibía la inesperada ayuda de los minotauros, o de los licántropos, ya que estaba. Cuantos más mejor.

Al fin y al cavo, lo que iban a atacar era nada menos que la isla de Nardâham, uno de los mayores puntos de concentración mágica conocidos por los humanos. Aunque se rumoreaba que los elfos conocían otro aun mayor.

Ojala fuese cierto.

Mientras el caballo corría sobre la yerba cual sombra, su jinete alzó la cabeza para mirar a la lejanía. Existiesen o no los Dioses, que el creía firmemente que no y que lo que había escuchado de los labios moribundos del Jefe Aventurero no eran más que los desvaríos de un anciano o un moribundo. Pero en el remoto caso de que existiesen, para el resultaba de lo más obvio el porque le habrían elegido a él. No por su poder, ni por su inteligencia, ni porque fuese más digno que cualquier otro mortal, y mucho menos por su fe. En caso de que los Dioses existiesen, le habrían elegido precisamente porque él no creía en ellos.

Mientras el caballo corría bajo la sombra del panverlatien, Jason se dedicó a pensar en todo lo que iba a decirles a los reyes humanos, a los elfos, a las gentes de las aguas y a todo bicho viviente que se tragara que el era el Elegido de los Dioses.
Porque a pesar de todo, la profecía era su mayor as en la manga en esas tierras tan temerosas de los poderes divinos.

8 comentarios:

  1. Bueno ya había leído parte de este capitulo en su momento, y como te dije, que no se si recordaras meter a tanta criatura mágica de golpe lo veo un caos, pero como tampoco sé como pretendes avanzar no me voy a meter ahí. Tendré que esperar para poder saberlo.

    Este capitulo me gusta mucho, ademas las descripciones de edificios, paisajes, etc. Está bastante decentes (Y eso si, comparadas con las que hago yo, impecables) así que ¡ala!, a seguir escribiendo que hasta que la historia no avance un poco más no tengo mucho más que decirte ;)

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  2. ke mierda s sto? Ke put mierda d marikonadas y jilipoyeces, sto es 1 monton de mierda dsepreciable d una maricona niñata y estupida ke s cree superway x ke scribe = ke lo aria un retrasado de mierda

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  3. ¿A escribir cómo un retrasado de mierda te refieres a ti mismo no? P

    Por que en tu teclado las tildes, q y algunas vocales han desaparecido. Si quieres meterte con alguien que tiene como hobby escribir te recomiendo que cojas un diccionario por que analizando tu triste párrafo de tres lineas dudo que de esa forma aparezca alguna palabra en el diccionario.

    Por cierto GILIPOLLAS tú y GILIPOLLECES las que dices.

    Ale a mamarla.

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  4. jajaja ia sallio l otr marikona a defndr a la rtrasada d la marikona ke scrivio sta mirda. Si n podis acptar ls critiqas ntoncs n lo suvais

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  5. ¿Os ha dicho alguien que esto se da muchos aires a Legend of Zelda/Might and Magic/Dragon Age/Mass Effect o muchos otros juegos de rol? Es la típica historia de unir a todas las gentes del mundo en una alianza contra males superiores.

    Uno de los clichés más épicos de la historia.

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    1. Pues no, no me lo habían dicho... pero si, es uno de los clichés/tópicos mas usados en cualquier historia. Lo se. Y lo uso a sabiendas XD

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