jueves, 27 de octubre de 2011

El Fantasma del Diván IV

El Fantasma del Diván

IV



—¡Vamos ¡Será divertido!

Unas pequeñas y delicados manos se deslizaron entre el hueco que quedaba entre una vieja y mohosa puerta y una tabla clavada de mala manera para cerrarlo. Un sonido sordo, y quedó en manos de una niña entre los siete y ocho años que tras frotarse la nariz con la manga de su blusa rosa para apartarse los mocos dio una patada a la puerta abriéndola de par en par haciendo rechinar la oxidadas bisagras. Tras ella otro niño entró despacio en la abandonada casa. Temblando, mirando cada esquina de la estancia a la que había pasado.

Los muebles estaban cubiertos de sabanas, las sabanas de polvo, y sobre el polvo danzaban las arañas creando telas que casi iba del techo al suelo y que surcaban la habitación permitiendo que se exhibieran como lo que eran: Majestuosas equilibristas.


—¡Larguémonos de aquí! –gritó asustado, haciendo que el eco devolviera diáfana su voz y que la alegre niña riera y corriera habitación adentro pasando la primera puerta.

—¡Ooooh! —entusiasmada se acercó al maravilloso piano que tenia frente a ella, o eso creía. Sonrió al tirar de la sabana creando una nube de polvo, y descubriendo lo que ella deseaba.

Finamente se sentó ante ella y comenzó a pulsar las teclas haciendo una melodía desafinada y sin ritmo ninguno.

Se oyeron pasos a su espalda y después apareció el niño mirando nervioso a todos los lados y temblando.

—En serio, vámonos...

—Eres un gallina —acusó antes de imitar el sonido de dicho animal, saltar del banquito del piano y cogerle del brazo para correr hacia una escalera— ¡Subamos arriba del todo! Siempre he querido verlo.

Arrastrando al asustado niño con ella corrió escaleras arriba sin ser consciente de lo débil que era la estructura, y para cuando lo hizo, ya era tarde. La escalera cedió, el peso de su amigo tiró un segundo de ella hacia atrás antes de que inconscientemente le soltara y dejara caer.

Sería poco decir que se asustó, que estaba nerviosa... y que no sabía que hacer. El polvo no la dejaba ver nada, y solo supo seguir adelante, dejando a su amigo atrás, llorando desconsolada y entrar al diván... estaba lleno de trastos, pero no había una ventana por la que pudiera salir. Y como si de un ratón asustado se tratara, lo unico que quería era escapar. La imagen de aquello quedó grabada en ella, aunque no como había salido.

Para su desgracia su amigo ni vivo ni muerto había logrado salir de allí y enfurecido había logrado su venganza: Devolver el miedo  y la muerte.

Fin

2 comentarios:

  1. Puñeteros fantasmas, siempre buscando culpables aunque solo se trate de accidentes

    ResponderEliminar
  2. Por supuesto. Ellos entienden mejor la venganza (?)

    -Vendetta, Farfalla Vendetta-

    ResponderEliminar